lunes, 11 de junio de 2007

Otra Mirada a la Crisis

*Gustavo Benavides Ladino

Las crisis de la sociedad y el malestar de la cultura son sitios problémicos de estudio recurrente por los académicos, entronizando que son las interrelaciones y negociaciones político sociales no resueltas producto de las transformaciones originadas por la globalización en los ámbitos de la educación, la comunicación y la cultura, las que boyan en el resquebrajamiento del Estado nacional moderno y el impacto del mercado en lo público, el control político y la autoridad, ente otros. Tratar de llegar a su desentrañamiento desde las disciplinas de las humanidades y las ciencias sociales ha propiciado discursos múltiples en la que conviven nuevas y tradicionales “formas de saber, de poder, de exclusión, de marginalidad, de cultura, de experiencias, de acciones y representaciones”,, atravesados por ambivalencias y lecturas difusas, propias de las hibridaciones disciplinares.
En esa vía acercarse al estudio de las crisis –no la crisis en singular- de la sociedad hace el llamado de incursionar desde otros ángulos distintos a los discursos tradicionales economicistas y políticos para contemplar la mirada criticista de los intereses, derechos y libertades ciudadanas –ver la existencia múltiple de ciudadanías-, el humanismo, las luchas por la consecución de la verdad en los conflictos socio políticos, la exclusión y desigualdad, la universalidad del derecho, entre disímiles escenarios problémicos. Según Max Manfred han surgido limitaciones en la búsqueda de un desarrollo de las sociedades latinoamericanas dado por los presupuestos que impusieron las soluciones desarrollistas y el monetarismo que paralizaron otras alternativas. “Son muchas las versiones, descripciones e interpretaciones que se han hecho de la crisis, por lo que el diagnóstico de la enfermedad parece estar completo, por lo menos en sus contenidos más profundos y trascendentes”, afirma Manfred. ¿Es una enfermedad, un malestar? En tanto que enfermedad requiere un tratamiento, dice el científico social; y se pregunta: ¿cómo salir del embrollo?, porque la complejidad de las crisis ocasiona perplejidad, estatismo, manteniendo en una especie de callejón sin salida, bloqueando propuestas imaginativas, novedosas, audaces, con riesgo.
No es fácil dejar de lado paradigmas tradicionales cimentados en diseños estratégicos, en nociones teóricas fundamentados en creencias, pasiones. Estas constantes llevaron, entre otras, en forma perversa a un entendimiento del objeto de conocimiento aprovechando los postulados de perfección, armonía y orden aportado por la creación, por la divinidad. Una discusión que es posible abordar en otra instancia, es la que cuestiona lo doctrinal como la forma que hace entender, no comprender, la realidad y la verdad por fuera del observador en un determinismo eterno. Es decir, como la verdad dada, revelada, en una mente superior distinta del hombre. Obviamente, desde el nacimiento de la ciencia la discusión parece eterna. La complejidad del estudio de estos planteamientos lleva igualmente al uso, a la aplicabilidad, orientación, dirección, de la erudición en una cotidianidad y pensamiento del individuo y la sociedad. Las vertientes de aplicación son disímiles de acuerdo a las comunidades que la promulgan y la consienten, en donde pululan los extravíos.
La capacidad de proponer salidas coherentes con la realidad y las oportunidades se ha vulnerado, llevando a lo que algunos investigadores llaman la crisis de la utopía, cuya manifestación mas sobresaliente es la pérdida de la capacidad de soñar. “Puede decirse que nuestro problema no consiste solamente ni principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos; que nuestra desgracia no está tanto en la frustración de nuestros deseos, como en la forma misma de desear”, sentenció Estanislao Zuleta. En la misma ponencia el filósofo colombiano afirma que “la pobreza y la impotencia de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan clara como cuando se trata de imaginar la felicidad”, lo que nos acerca a lo que Manfred cataloga como un agotador insomnio que no permite la lucidez imprescindible para enfrentar con vigor e imaginación los problemas; por el contrario, hemos sabido ser administradores de unas crisis que no sabemos resolver por nuestros propios medios; de ahí los rostros de esta somnolencia: “el derrotismo, la desmovilización, la abulia, el individualismo exacerbado, el miedo, la angustia y el cinismo”.
Puesto que la situación no es coyuntural, Manfred plantea abrir nuevas líneas de acción como el desarrollo a escala humana, el cual se concentra en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales generando niveles progresivos de autodependencia en la articulación orgánica de los seres humanos con la naturaleza y la tecnología, como de los procesos globales con las realidades locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la autonomía y de la sociedad civil con el Estado. En esto coincide Renato Ortiz quien propone crear nuevas maneras de ver, nuevos conceptos y categorías de análisis que den cuenta de los cambios multidimensionales de los social, político, cultural, demográfico, de fe y creencia –muy distinto a la religión-, de la contemporaneidad, lo que implica estudiar y reconocer el legado histórico de las ciencias sociales.
Lo anterior conduce a un replanteamiento en la concepción, métodos y metodologías de hacer investigación las ciencias sociales, y particularmente, de los estudios que involucran los procesos comunicativos, la cultura y la globalización. Un elemento que atraviesa el estudio es la tolerante autenticidad que contempla la concepción de la denominada otredad, la tensión entre el otro y el yo, entre el otro y la individualidad, la civilidad y el Estado. Pero ¿estos conceptos se han movilizado en otros sentidos y resignificaciones? Observamos que sí; y debemos disponernos a asumir el estudio constante de los cambios multidimensionales que propician ópticas distintas como la que propone Orhan Pamuk, reciente novel de literatura, quien afirma que “debemos entender que “el otro” no existe; “el otro” somos nosotros mismos”.

No hay comentarios: