domingo, 9 de noviembre de 2014

Scheherezada, niña expulsada, pide un cupo en la escuela


Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

En un posgrado de una prestigiosa universidad, en un seminario, el profesor a cargo se refería a la literatura como “literatura gris”, al carecer de reconocimiento y arbitraje de pares evaluadores para ser publicado en una revista indexada. Seguramente a la literatura que se refería es a aquella de carácter estético que representan las obras artísticas y que difieren en su discurso al canon de la literatura científica. La expresión me pareció muy fuerte y arbitraria. Ponía en la balanza dos tipos de discursos que configuran dos disciplinas para abordar el ser humano en dimensiones substancialmente diferentes; así que la comparación no venía al caso. Ambas reconocidas y apreciadas pero que constituyen dos sendas de abordaje sobre la dimensión humana y de la realidad que transitan caminos diferentes.

La primera, la literatura, de un abordaje superior y aún más antiguo, de la cual, son subsidiarios en su origen los nuevos discursos especializados de la ciencia, la filosofía, la ética. La literatura fue el primer discurso concebido por el ser humano en sentido referencial para conocer el mundo, la realidad, en los relatos de viajes y aventuras. Contenían a su vez estos relatos una  dimensión filosófica al pensar sobre el ser y su misión en la vida, y no carecían de la dimensión ética y axiología al plantear no pocos dilemas de orden moral al tratar temas como la justicia, el buen obrar y la conducta  en relación a los demás. Sin ser su objeto preferencial, tenían un carácter pedagógico al instruir y formar a las nuevas generaciones. Brindaban un saber y formación que ahora llaman integral y que pretende el mundo académico, más de modo retórico que real.

“Las Mil y una Noches” son un buen ejemplo. Los cuentos que refiere Scheherezada, instruyen con el placer natural de escuchar una buena historia, una dimensión humana muy profunda y arraigada que aún se pone de manifiesto en la disposición de los niños de cualquier edad a oír una buena narración.

El profesor universitario a cargo del posgrado, nivel de formación que pretende la formación en ciencia, ponía de presente una tradición muy arraigada en las comunidades académicas: La subvaloración del discurso narrativo en la escuela.

*   *   *
Pensando en ello y a raíz de los problemas de lectura y escritura que manifiestan  los estudiantes de primeros semestres  en la universidad, lo cual les impide una inserción a este nivel educativo, derivadas de las deficiencias de formación en esta área de los niveles de formación precedente, primaria y secundaria, me propuse indagar que tanto leían literatura en general.

En primer lugar es necesario aclarar que el nivel de lectura con el cual llegan los estudiantes al nivel superior es bastante deficitario, pese a los estándares de lenguaje que plantea el Ministerio de Educación en los Estándares Básicos de Competencias para el área de Lenguaje que en teoría deben alcanzarse para los niveles de educación básica y media. Su nivel de lectura apenas alcanza el literal, que da cuenta lo que dice el texto. Pero acceden con dificultad al nivel comprensivo del texto y por supuesto no acceden a un nivel crítico que es el deseable en formación de estudios superior.

Igual, hay que tener en cuenta que, con el propósito de lograr la pretendida formación integral, los estándares de esta área contienen cinco factores de organización: “Producción textual, Comprensión e interpretación textual, Literatura, Medios de comunicación y otros sistemas simbólicos, y Etica de la comunicación”.

Hice una prueba muy pequeña. Una encuesta. A 50 estudiantes, chicos y chicas entre los 16 y 24 años de edad,  de primer semestre, les presenté diez autores colombianos contemporáneos para que indicaran mediante una X o cualquiera otra señal al frente, a cuáles de ellos conocían, por prensa, televisión, etc. Los hice parte de la muestra precisamente por ser los escritores colombianos más reconocidos por los medios y por lo tanto, más expuestos al público en general.

Eran ellos: Héctor Abad Faciolince, Juan Gabriel Vásquez, William Ospina, Evelio José Rosero, Laura Restrepo, Mario Mendoza, Triunfo Arciniegas, Jorge Franco Ramos, Juan Carlos Botero y Sergio Álvarez.

En el caso de que indicaran alguno de estos escritores, una segunda pregunta indagaba sobre la obra leída. Una repregunta para intentar constatar la consistencia de la primera respuesta.

A la primera pregunta destacaron tres escritores: William Ospina, Juan Carlos Botero y Mario Mendoza. Algunos estudiantes marcaron otros autores del listado pero averiguando sobre las obras no respondieron, no dieron razón de sus obras. A lo sumo reconocieron a algunos de ellos en una revista o en la televisión, pero de sus obras, no conocían nada. Cuatro estudiantes nombraron “Dónde está la franja amarilla”, de William Ospina. Un estudiante indicó a “Multitud Errante”, de Laura Restrepo.

No fue muy consistente la primera con la segunda respuesta. Hice una tercera pregunta. En términos de la literatura colombiana, cuáles obras habían leído de manera reciente. Y la respuesta fue previsible: el corpus tradicional de obras que se lee en la escuela, de la antigüedad clásica, de obras de superación, la garciamarquiana, la obras del maestro Soto Aparicio, de narcotráfico, El Tunel, de Sábato; El Principito, de Saint-Exupéry. Pero más de la mitad ni siquiera contestó.

Lo que genera reflexión es que estas obras son las que se leen en la escuela desde hace cincuenta años. Como lo señala Alvaro Pineda Botero, los maestros colombianos, al desconocer el canon, no renuevan el corpus de obras que leen los niños y los jóvenes en la escuela. O en el peor caso, como no leen y se orientan por criterio propio, hacen leer a sus alumnos las obras que sugieren las editoriales a través de los libros de texto, que es fragmentaria y superficial. Mejor dicho, en la escuela no se lee en términos reales y efectivos obras completas. Los niños escasamente leen textos, y con esta formación básica llegan a la universidad, donde la literatura es calificada de literatura gris, un discurso de segundo orden, subvalorado.

Norma explícita y ejemplarizante en el rechazo de la mayoría de universidades colombianas de admitir como trabajos de grado obras de creación literaria y que a los docentes se les aplica de manera correspondiente con el desconocimiento de obras literarias para efectos de reconocimiento de puntajes de escalafón.

En cambio cientos de artículos de baja o nula  incidencia en el campo científico, pero que cumplen  con los estándares del discurso científico, logran acreditación y obtienen puntajes de remuneración, que a la larga y sin la trascendencia de obras literarias que logran calar en el gran público, vienen a ser la verdadera literatura  gris que reposa en anaqueles y bases de datos de revistas que muy escaso público consulta.

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Es queja frecuente en la escuela e incluso en los ámbitos académicos el reconocimiento a la falta de valores que transmite la escuela. Es más, hasta se sostiene que los principios y valores son discrecionalidad  de la familia de manera primordial –que los endosa a la televisión y las Tic-, y que la escuela lo que debe es enseñar. Igual, se echa de menos la dimensión humana, la poca sensibilidad artística de las nuevas generaciones; la falta de escrúpulos, de moralidad, de solidaridad con el otro, de responsabilidad con su medio y aprecio de su propia cultura de los nuevos profesionales.


Todo ello puede devenir la ausencia de las fuentes que brindaba la literatura en la escuela. Hasta mejor formados resultaban los hombres, mujeres y niños cuando la misma escuela no existía pero habían los libros para escuchar una fábula, un mito, una leyenda, un cuento, una novela que fuera capaz de descubrir el mundo y, a la vez, descubrir el corazón de los hombres e ilustrar las constante luchas entre el bien y el mal, en medio de escenarios propios que labra la cultura.

 * Mg. En Educación, Universidad de Caldas.  Lic. Filología e Idiomas, U.N. Docente Facultad Ciencias Humanas y de la Educación. Universidad de los Llanos. Grupo de Investigación sobre Educación, Sociedad y Región, Da Vinci                             
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miércoles, 29 de octubre de 2014

El caso de tres mujeres que buscaban trabajo y un estudiante

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*














La enseñanza de la lectura y la escritura es un campo privilegiado para la interdisciplinariedad. Es decir, la posibilidad de juntar dos o más campos de saber, la mixtura fértil para poder abordar situaciones o problemas desde diferentes entradas. Enseñar a leer propiamente, no excluye la disciplina que se estudie y se puede obtener doble ganancia al leer por ejemplo sobre “historia” para considerar el estilo de un autor, el manejo de la unidades de redacción, la coherencia y cohesión de un texto y otros valores propios de lenguaje puestos en juego en la escritura  y que son recreados en la lectura. Igual serviría un texto sobre ciencia, arte o economía.

Desde el punto de vista ideológico que proyecta un texto, sea sobre la disciplina que sea, se pueden considerar los principios y valores que de manera indirecta o subrepticia desliza un autor. Lectura inferencial, que llaman. Supremamente útil para poner en juego y en deliberación la moralidad  que discurren en nuestra sociedad.

Hace poco tuve la ocurrencia de llevar un texto de un premio nobel de Economía, “Desarrollo y Libertad”, de Amartya Sen,  a un grupo de estudiantes de una disciplina que no tenía nada que ver con la economía. Más concretamente, pertenecientes al ámbito de la salud. Supongamos medicina.

Quería plantear en principio un ejercicio de lectura en voz alta, para mejorar modulación y expresión oral, y revisar uno que otro aspecto de léxico. Escogí el texto porque me pareció provocador e incitador de una enriquecedora discusión. Sobre todo en un grupo de estudiantes que me parecían poco sensibilizados con problemas sociales como la pobreza y la falta de oportunidades  que padecen algunas poblaciones. Los había escuchado decir en más de una ocasión que la pobreza era producto de la ociosidad y falta de iniciativa de la misma gente pobre, y no un asunto de oportunidades y equidad.
El texto decía lo siguiente, lo transcribo textualmente:


CAPITULO 3
La libertad y los fundamentos de la justicia

Permítasenos comenzar con una parábola. Annapurna quiere que le limpien el jardín, que ha estado descuidado, y tres trabajadoras parecidas –Dinu, Bishanno y Rogini- desean fervientemente hacer el trabajo. Annapurna puede contratar a cualquiera de ellas, pero el trabajo es indivisible y no puede repartirlo entre las tres. A Annapurna cualquiera de ellas le haría más o menos el mismo trabajo a cambio de una retribución más o menos parecida, pero como es una persona reflexiva, se pregunta a quién debería darle el trabajo.
Se entera de que, aunque las tres son pobres, Dinu es la más pobre de las tres; todo el mundo está de acuerdo. Esto lleva a Annapurna a mostrarse bastante inclinada a contratarla (“¿Qué puede haber más importante –se pregunta- que ayudar a las más pobre?”).
Sin embargo, también se entera que Bishano se ha empobrecido recientemente y está muy deprimida por su situación. Dinu y Rogini, en cambio, tienen experiencia en ser pobres y ya están acostumbradas. Todo el mundo está de acuerdo en que Bishano es quien está más triste de las tres y en que, desde luego, se pondría más contenta que las otras dos. Este planteamiento lleva a Annapurna a mostrarse bastante favorable a la idea de dar el trabajo a Bishano (“No cabe duda –se dice- de que la primera prioridad debe ser que deje de estar triste”).
Pero Annapurna también le dicen que Rogini padece una enfermedad crónica –que lleva estoicamente- y podría utilizar el dinero que ganara para librarse de ese terrible mal. No se niega que Rogini es menos pobre que las otras (aunque, desde luego, es pobre) y que no es la más desgraciada, ya que lleva sus privaciones con bastante ánimo, acostumbrada, como está, a sufrir privaciones toda su vida (procede de una familia pobre y ha aprendido a asumir la creencia general de que, como mujer joven que es, no debe ni quejarse ni tener muchas aspiraciones). Annapurna se pregunta si, no obstante, lo correcto no sería dar el trabajo a Rogini (“Influiría muchísimo –razona- en la calidad de vida y en la libertad de padecer la enfermedad”).
Annapurna se pregunta qué debe hacer. Reconoce que si sólo supiera que Dinu es la más pobre (y no supiera nada más), optaría por darle el trabajo a ella. También piensa que si solo supiera que Bishano es la que está más triste y la que se pondría más contenta si tuviera la oportunidad de trabajar (y no supiera nada más), tendría excelentes razones para contratar a Bishano. Y también observa que si sólo supiera que la enfermedad degenerativa de Rogini pudiera curarse con el dinero que ganara (y no supiera nada más), tendría una sencilla y clara razón para darle el trabajo a ella. Pero conoce los tres hechos relevantes y tiene que elegir entre los tres argumentos, cada uno de los cuales tiene una cierta pertinencia.

Hasta aquí iba el texto. La pregunta ahora para los estudiantes era, ¿qué harían ellos en la posición de Annapurna? ¿A quién de las tres mujeres contratarían? Se abrió la discusión. En el fondo, la pregunta indagaba sobre las preferencias o la sensibilización en torno a tres aspectos planteados por la parábola: los recursos económicos, empatía emocional con el otro, y la salud, que representaban las tres mujeres. Un aspecto que no apreciaban a primera vista.

Hubo varias respuesta, más o menos argumentadas, pero muy pocas inclinadas al aspecto de la salud que representaba Rogini. Había una moderada solidaridad con la mujer más pobre y poca simpatía por la depresión de Bishano.

La tapa vino con la exposición de un alumno que pidió la palabra. Afirmó sin dudarlo que le daría el trabajo a Dinu, la más pobre. Le pregunté la razón y afirmó más o menos lo que transcribo:

“Siendo la más pobre, estaba en menor condición de negociar el precio, por una parte. De otra, sería más dependiente del trabajo y podría ser de nuevo contratada a bajo costo, tolerando además, por la misma suma, algunos trabajos extras. Era la mejor elección”.  
Tuve la extraña sensación de que no hablaba por sí mismo, sino que repetía un argumento práctico del medio familiar o social del cual provenía. Lo que se me vino en mente fue el neoliberalismo que campea en nuestra sociedad y es factor prioritario de nuestros valores y principios. Cuándo hice una nueva pregunta sobre por qué tan pocos se habían inclinado al factor de la salud representado en Rogini siendo la disciplina propia nadie supo o quiso decir algo. Pero algo intuyo de ello. Lo cual bien da para una nueva entrada.

* Mg. En Educación, Universidad de Caldas.  Lic. Filología e Idiomas, U.N. Docente Facultad Ciencias Humanas y de la Educación. Universidad de los Llanos. Grupo de Investigación sobre Educación, Sociedad y Región, Da Vinci                             
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Fuentes de Información

Sen, Amartya. 1999. Desarrollo y Libertad.  Editorial Planeta.

Barcelona, España.

martes, 3 de junio de 2014

Prácticas docentes en básica primaria, la calidad y el concepto de las disciplinas en escuelas de Villavicencio




















Por: Otto Gerardo Salazar Pérez*

La práctica docente, en términos de Guyot y Vitarelli (1995) vienen a ser el “conjunto de acciones que desarrolla el profesorado introduciendo mejoras en las relaciones, procesos y actividades; todo ello orientado a producir resultados positivos.”
Las buenas prácticas se relacionan con la planeación y el desarrollo. Por ejemplo, los contenidos que se explicitan en la práctica son pertinentes y responden a las demandas de los interesados, en especial, los estudiantes y sus familias; objetivos congruentes con el contexto, metodología adecuada, interés y motivación de los estudiantes, establecimiento de un clima de confianza, etc.

La práctica aunque debería reflejar flexibilidad, maleabilidad y creatividad por parte del docente, pues el escenario de clase es contingente por las situaciones que se generan y composición diversa de estudiantes, que varían de estado de ánimo por múltiples factores, están circunscritas y reguladas por instrumentos de planeación institucional, tales como Plan Educativo Institucional, los Estándares Básicos de Competencias, la mallas curriculares establecidas por nivel y otros documentos.

Y este apego y rutina es lo que empobrece la práctica. Bien por cierta complacencia y acomodamiento del maestro a un cierta tradición que se instala en los ciclos de repetición, o por estrechamiento y direccionamiento de las directrices de los documentos y formatos institucionales citados arriba que hacen derivar la práctica docente en impersonal y rutinaria.
La injerencia de factores extra escolares, como los libros de texto, que las grandes editoriales ofrecen al maestro –bajo cierto interés comercial- igualmente regulan y condicional la práctica docente bajo la oferta de estándares de competencias básicas en todas la áreas, puntualmente desarrollados en unidades didácticas que de manera universal –con desconocimiento del entorno local y regional-, establecen el desarrollo de contenidos, formulan la actividades y dictan la evaluación área por área y nivel por nivel.

En muchas aulas de clase de básica primaria, precedidos de las consabidas listas de útiles que los estudiantes deben comprar al inicio de año, la práctica se limita al dictado de las unidades de manera puntual en cuanto a contenidos, actividades y evaluación. Lo que empobrece la educación y da al traste con los ideales de una educación de calidad, con pretensiones de formar un ciudadano integral, crítico y autónomo. El involucramiento de los padres no tiene que ver con la planeación y la valoración de la pertinencia de los cursos y la dirección y estrategia de la escuela, sino como hacedores operarios de tareas manuales que los libros de texto dejan a los niños y que los maestros o maestras supervisan.

Las clases se reducen así a simples actividades de dictado y copiado literal, especie de prácticas caligráficas medievales donde el maestro dicta del libro de texto y el estudiante, en medio del silencio, reduce su potencial aprendizaje a la actividad de copiar. En algunas versiones del Concurso Nacional de Cuento que promueve anualmente el Ministerio de Educación, Ascun y RCN, a los niños que se les pide “escribir” un cuento, tienden así a “copiarlo” no ha producirlo, crearlo, pues el copie ha sido la actividad básica de su aprendizaje. De contraparte, con ello, alcanzan escasamente habilidades de lectura literal sin lograr la mayoría de las veces comprensión y mucho menos valoración crítica de los textos.

En contraste con todo lo anterior, Guyot, Fiezzi, Vitarelli y Prats sostiene que la práctica docente se ha complejizado. Primero, el maestro enfrenta una nueva realidad en el aula, cambiante, dinámica, expresión de un universo heterogéneo que rodea la escuela. Experimenta el vértigo de lo que llaman la postmodernidad.

Igual, el monopolio del saber manejado por la escuela, con la consolidación de los medios masivos de comunicación y las Tics, cedió a otros cauces de circulación donde el saber es presentado de manera más dinámica en planos de expresión audiovisual, lo que lo hace más atrayente y facilita su acceso en sintonía con el consumo simbólica de las nuevas generaciones, divorciadas de la cultura lecto escritural de siglos anteriores en que sigue anclada la escuela.

La producción y circulación del saber, igualmente, es un reto de renovación y actualización constante del maestro. En términos de Vitarelli, “el riesgo de enseñar contenidos obsoletos, descontextualizados y con poco valor de realidad es mucho más alto que algunas décadas atrás”.

Las mismas políticas de inclusión del gobierno mediante la ampliación de la cobertura ha incorporado a la escuela sectores sociales tradicionalmente excluidos, sin tradición escolar  ni capital simbólico heredado dificultan la práctica docente. Son sectores poco familiarizados con la cultura académica, la cual les cuesta asimilar por herencia y pertenencia presente a contexto socio económicos deprimidos.

Ahora, la práctica docente tiene una relación directa con la calidad educativa. Los logros del aprendizaje son correspondientes a buenos ejercicios de enseñanza por parte del maestro. En teoría todos perseguimos la calidad. La dicta el Estado, la pretenden las instituciones, la desean los padres y los niños serían sus beneficiarios.

Para Aguerredondo, la calidad educativa se constituye en imagen-objetivo de la transformación de la escuela. Es un hecho orientador de cualquier transformación. Es un patrón de comparación para ajustar decisiones y reajustar procesos.

Para esta autora, los ejes que la definen son:

  1. Un sistema educativo no es de calidad sin no nos transmite conocimiento socialmente válido.
  2. El sistema educativo debe alimentar al sistema cultural con los valores que este reclama para constituirse como sociedad.
  3. La posibilidad de responder adecuadamente a la necesidad de aportar los insumos científicos para el desarrollo económico y social.

No obstante el reporte de pruebas nacionales e internacionales –digamos Saber  y Pisa- no es satisfactorio ni indicador de este logro. En relación a Villavicencio, por ejemplo, para las pruebas Saber Grados 3°y 5°, de manera muy somera se pueden hacer algunas interpretaciones de los resultados.

Según reportes del gobierno en Pruebas Saber Grado 3° para el área de matemáticas.

  1. En resultados de tercer grado en el área de matemáticas indican que el desempeño de los colegios oficiales urbanos está en un 46%  entre insuficiente y mínimo. Un 14% de los niños que presentan la prueba puntean en insuficiente. El resto está en un mínimo. Que no es nada halagüeño.   En contraste los colegios privados de Villavicencio reportan un 17% de insuficiente y mínimo. Siendo insuficiente apenas el 3%. Un gran logro para la educación privada y un valor preocupante para la escuela pública.
  2. Igual, por nivel socioeconómico, los desempeños más bajos en matemáticas los reportan los niños de estratos socioeconómicos 1 y 2.  12% y 15%, frente a 4% en estratos altos.

Los resultados de quinto grado en el área de ciencias naturales.
  1. Indican que el desempeño de escuelas públicas urbanas están en un 63% entre insuficiente y mínimo. 12% de los niños en insuficiente. Los colegios privados reportan un 44%.  7% en insuficiente. Desequilibrios para la educación en Villavicencio de un 19% aproximado entre niños de colegios privados y públicos que por principio deberían ir a la par.
  2. El comportamiento señalado arriba por nivel socioeconómico para el área de Ciencias, igual, señala cifras preocupantes de desempeño insuficientes en niños de estratos bajos: 20% por ejemplo en estratos 1, mientras es de 5% en el 4.

Este análisis se puede y se deberá avanzar más adelante para sacar conclusiones y proponer ajustes. Si existe la voluntad. Como propuesta, se puede plantear la necesidad de adelantar una investigación que verifique y trabaje con los docentes sobre sus prácticas docentes para relacionarlas con la calidad y las disciplinas.

¿Por qué las disciplinas?  Por ejemplo, la práctica docente en básica primaria establece que  todas las áreas (saber disciplinar específico) sean responsabilidad de un solo docente. Matemáticas y Ciencias naturales, por ejemplo. Todo lo contrario a la educación básica secundaria y superior, donde existe un titular para cada disciplina. El maestro de lenguaje, el de química, el de biología, etc. Esta práctica implica que un docente no preparado en un área disciplinar específica, ejerza para la interpretación y transmisión de saberes –la transposición didáctica de Chevallard- ante un auditorio de niños no iniciados. Estaría por investigarse la eficacia y eficiencia de esta práctica establecida por la tradición escolar o habría que verificarla desde qué autores y teorías se revela beneficiosa a la luz de los resultados que arrojan las Pruebas Saber en los diferentes grados en Básica Primaria y los resultados de las Pruebas Pisa en el país.

Mg. en Educación, Universidad de Caldas Lic. Filología e Idiomas, U.N.
  Docente Facultad Ciencias Humanas y de la Educación. Universidad de los Llanos. Grupo de Investigación sobre Educación, Sociedad y Región, Da Vinci                                
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Fuentes de Información

Aguerrondo, Inés. La calidad dela educación: ejes para su definición y evaluación.  Universidad de Buenos Aires.
Pradts, Joaquim. 2005. Sistemas educativos europeos. ¿Crisis o transformación?

Guyot, V; Fiezzi, N y Vitarelli, M (1995) “La práctica docente y la realidad del aula: Un enfoque epistemológico” En Revista Enfoques Pedagógicos, Volumen 3. N°2. Santa Fe de Bogotá D.C., Colombia


Junta de Andalucía. 2012. Consejería de Educación Dirección General de Ordenación y Evaluación Educativa.  Guía sobre buenas prácticas docentes para el desarrollo en el aula de las competencias básicas del alumnado.

jueves, 15 de mayo de 2014

La mesa triangular que perdió dos patas

Por: Blanca Yaneth González Pinzón
        Otto Gerardo Salazar Pérez*
       Red de Lectura y Escritura en Educación Superior –REDLES- Nodo Centro

El 21 de julio de 1994, en las postrimerías del Gobierno del Presidente César Gaviria, después de la Proclama, “Por un país al alcance de los niños”, del comisionado Gabriel García Márquez, sobrevenía el plato fuerte; El Reto: “Ciencia, Educación y Desarrollo, Colombia en el siglo XXI”, servido por el científico más reconocido internacionalmente y promotor de la idea de la Misión de los Sabios, Rodolfo R. Llinás.

 

Diez meses atrás, el 16 de septiembre de 1993, se habían reunido los mismos protagonistas: el presidente Gaviría y los 10 sabios que representaban lo mejor del país en varias área del conocimiento y la cultura, reconocidos internacionalmente: Carlos Eduardo Vasco, Eduardo Aldana, Luis Fernando Chaparro, Rodrigo Gutiérrez, Rodolfo Llinás, Marco Palacios, Manuel Elkin Patarroyo, Eduardo Posada, Angela Restrepo y Gabriel García Márquez.

Les ofrecieron todas las garantías como comisión para llevar a cabo la tarea de formular una serie de propuestas para sacar delante de la educación del país, y a la par, promover la ciencia y la tecnología. El gobierno del presidente Gaviria los trajo de diversos confines del mundo  y les prometió recursos, asistentes de investigación y todo lo que requirieran para su misión.

Sin embargo, en las palabra de aceptación del comisionado coordinador, Carlos Eduardo Vasco Uribe, resonaron ciertas palabras, especie de eco inconsciente, que inquietaron al presidente Gaviria: la misión, en sus palabras, era un “proyecto visionario de trazar caminos de utopía” en medio de un entorno de guerra interna y aguda crisis fiscal. En sus palabras, igual,  era “altamente improbable, más aún, a todas luces imposible por contradecir la lógica, que un gobierno empeñado más bien en una transformación profunda de orden económico y de orden constitucional y legal”, sorprendiera en un gobierno postrero un encargo futurista.

Una y otra vez resonó el adjetivo “improbable”. Agregaba el comisionado coordinador: “Colombia es un país maravillosamente sorprendente en el que la lógica no tiene ninguna prioridad.”

La realidad, no en su instalación y tarea, que los comisionados cumplieron diez meses después, sino en la subsiguiente implementación por parte de los gobiernos sucesivos haría válida la premonición oculta del profesor Vasco, de manera especial, en lo atinente a la ciencia, educación y desarrollo.

El reto planteado por el comisionado Rodolfo R Llinás, grosso modo, se planteó en los siguientes términos. Los gobiernos sucesivos, por los próximos 25 años, deberían:

  1. Acoger el plan estratégico de largo plazo con carácter sostenible.
  2. Implementar y fundamentar un nuevo “ethos cultural”.
  3. Desarrollar un nuevo sistema educativo que fomentara habilidades científicas y tecnológicas que permitiera una reestructuración conceptual y organizativa, una nueva reorientación del imaginario colectivo y la generación de nuevos valores, comportamientos, aptitudes cognitivas y prácticas organizacionales adaptadas al mundo moderno.
  4. La reestructuración de los sistemas de ciencia, tecnología.
  5. Todo ello se sustentaba en la premisa de que “solo una acción directa sobre estos factores hará que Colombia se comprometa en la reorientación de los valores colectivos y las estructuras  organizacionales necesarios para una productividad inteligente.
Relativo la Educación expresó el comisionado Llinás:

  • Mejorar la calidad y cobertura del sistema educativo formal en los tres niveles. Los niveles básicos afectan negativamente los niveles superiores.
  • Integrar la formación en ciencia y tecnología en la educación formal básica primaria y secundaria que estimule y desarrolle una racionalidad científica.
  • Alfabetización computacional.
  • Visión integradora y articuladora a nivel conceptual en remplazo de la nociones de educación en contraste a la educación fragmentada, acrítica y desarticulada que se expresa en los planes de estudio.
  • El porcentaje del PIB dedicado a la educación debe incrementarse en un 5% en los sucesivos gobiernos.


En relación a la Ciencia:

  • Incremento del número de científicos mediante la formación posgradual. De 5.000 científicos para la época, elevarlos a 36.000 científicos e ingenieros.
  • Observación de los factores de cantidad, calidad de publicaciones científicas, número de artículos referenciados, membresías en academias científicas y número de patentes anuales. 
  • La producción colombiana debería llegar a un total anual de 5.000 publicaciones de alto nivel para contribuir al avance del conocimiento científico.
  • Frente a la inversión –para el año de la misión- en investigación científica y desarrollo del 0.4 de su PIB, Colombia debería alcanzar metas del 2 al 4% del PIB.
  • Inversión en infraestructura científica y formación de personal técnico científico de apoyo logístico para la investigación. Debería ascender a 180.000.


Tecnología y Desarrollo:

  • Priorización de la investigación y desarrollo en área estratégicas de interés para el país: Agrícola, minera y marítima, mega-diversidad y biotecnología.


Finalizaba el comisionado Llinás: “Urge preparar la próxima generación de colombianos con una óptima educación y con bases sólidas en ciencia y tecnología”.

No obstante, la posibilidad de convertir en realidad este Plan de 25 años, requería el concurso del sector empresarial y financiero y demandaba el apoyo político. Los otros dos pilares de la mesa triangular. Lo que significaba, a la larga, poner en manos de los sectores que tradicionalmente han tenido en sus manos los resortes de la educación del país, las esperanzas y la fe de que el plan resultara afectivo.

El Balance

Veinte años después, las pruebas internacionales PISA, que evalúa a nuestros estudiantes en aspectos fundamentales en lectura, matemáticas y ciencias naturales, ubican al país en último lugar en el concierto de 65 países que hacen parte de la OCDE.

“Mientras Brasil invierte cerca del 2% de su PIB en investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, Colombia no alcanza al 0,5%.” (PAIS, 9,18,2013).

Sectores académicos de país señalan: “El desarrollo de la ciencia y la tecnología en Colombia es muy pobre, y aunque desde hace 20 años el tema ha ganado terreno político (con la Constitución de 1991 y la Ley 1286 del 2009), aún no hay una apuesta real del Estado que lo impulse más allá de los buenos deseos y se tome en serio para apalancar el progreso social y económico del país”.  (Universia, Agencia de Noticias Universidad Nacional, 11,01, 2011).
El número de patentes del país no supera las 180 en promedio anual, con tendencia al declive. Mientras Brasil registra 22.000 y México registran unas 14.000.

De los 36.000 científicos que deseo Llinás, Colombia apenas llegar hoy a la cifra de 7.129 doctores. Apenas unos 2.000 más, a un ritmo de crecimiento de unos 106 doctores por año.
¿Qué se podría concluir de lo anterior?

El desarrollo de la educación, la ciencia y la tecnología, es un propósito colectivo que Colombia no ha adoptado. El necesario concurso del sector económico de país, y el sector político, no concurrieron el deseo y la utopía planeada por los 10 sabios.

El costo social, económico y desarrollo para Colombia, está por pagarse en el concierto internacional y una generación más de colombianos, fue burlada y expropiada de las posibilidades de recibir una educación óptima, con bases científicas y tecnológicas.

Algo vislumbraba de manera oscura el maestro Vasco, al reiterar la palabra que de alguna forma molestó al presidente Gaviria: “improbable, improbable, improbable.” 


*Grupo de Estudio Da Vinci, Universidad de los Llanos
  Grupo de Investigación sobre Educación, Sociedad y Región, Da Vinci, Unillanos
  Integrante de la Red de Lectura y Escritura en Educación Superior –REDLES-    Nodo      Centro
   Mg. Educación, Universidad de Caldas
  Lic. Filología e Idiomas, U.N.