viernes, 23 de junio de 2017

Cultura y Sobrevivencia

La cultura es algo difícil de ver, y más aún, de pensar y reflexionar. Parece obvia en principio: es incluso algo “ordinario”, al decir de Raymond Williams. Está en la parada del autobús, en la estación del tren, en una cartelera de cine, en los dibujos animados, en el paisaje, e incluso, en los “no lugares” de Marc Augé, citado por García Canclini en Consumidores y Ciudadanos. Está por todos lados y a fuerza de su presencia la perdemos de vista. Tal vez un extranjero la note al llegar, le parezca pintoresca y decida hacerse una “selfie” que refuerce su autoconfiguración en su perfil personal de una red social. O lo que llaman en el discurso de los estudios culturales, “la construcción de identidades” a partir del uso y apropiación de las nuevas tecnologías comunicacionales.

Si no es la mirada de un “alguien” de afuera a lo mejor requiramos de la mirada de un experto para hacernos una idea de lo que es “cultura”. Muchas veces vi el cuadro “Las Meninas” de Velásquez y no me decían mayor cosa, como el término “cultura”; a no ser el ambiente retratado de una corte en Europa. En términos de Ortega, vengo a ser un hombre irritado de la masa por no comprender el arte de las elites. Veía sin mirar. Ver es un derrame del sentido de la vista, la mirada en cambio necesita un guía. Foucualt, con palabras hace ver en la introducción magistral de “Las palabras y las cosas” lo que potencialmente puede mirarse en el cuadro. Cosas que para los demás y para uno pasan desapercibidas.

Pero para el caso, bien podría el neófito afirmar con cierto alarde que la cultura es “todo”. Y punto. O aquel que tiene aspiraciones podría insinuarse suspicaz haciendo la sesuda pregunta de, ¿qué es cultura? Una vez un pequeño galerista de pueblo me fusiló con la pregunta de ¿qué es arte?, y me dejo mudo. No quería la respuesta, estoy seguro, sino mi ignorancia. Así que se la ofrendé. Vale igual por ahora con lo que es o viene a ser cultura.

Pero para aprovecharnos de Foucualt y de su introducción, vale algunos elementos de su introducción en las primeras líneas de capítulo I de Las Meninas. La necesidad de cierto alejamiento para poder mirar lo que es la cultura. Es lo que hace el pintor cuando analizando su cuadro se dispone a pintarlo o lo termina. Hay que alejarse un poco, “mirar los toros desde la barrera”, como decían los viejos, expresión formularía de su saber oral tradicional. Y vale aquí de nuevo la metáfora del extranjero, la mirada del extraño para percibir de manera nueva, como la mirada exploratoria de un menor, cargada de sorpresa y novedad, no por la cosas en sí, sino por su mirada de descubrimiento.

Es la visión desde afuera la que hace ver de golpe y sin dificultad lo que es cultura, lo que es característico a una comunidad en su vestir, en su hablar, en su comer, en su habitar y relacionarse con los otros. Para los que están inmersos en ella no es ni más ni menos que su cotidianidad.

Refiere Llinás en su libro: El cerebro y el mito del yo que en sus viajes disfrutaba la riqueza de las diferencias culturales, de creencias y de perspectivas. “Hoy día no es así; por ejemplo, los niños de Asia, Europa o África desean los mismos productos de consumo (…) Esta tendencia hacia la igualdad se observa por doquier, en la medida en que todo se copia, lo bueno y lo banal –y, en general, es más fácil copiar lo banal que lo profundo”.

¿Qué fue lo que paso? ¿Y es deseable un mundo homogenizado en los patrones culturales, en los gustos y creencias? ¿O pueden ser una amenaza incluso a la identidad que cada cultura ha generado en nosotros con minucioso detalle a través de varias generaciones?  Igual, esa cultura global, tiene aristas poco deseables, como un cierto desprecio al saber en pos de un entronizamiento de lo banal.

Sabemos que los medios de comunicación y la publicidad que los sustenta, tiene mucho que ver en ello, pero para Llinás, el advenimiento de la Red y un potencial perfeccionamiento de ésta en el futuro redobla el peligro: “A medida que la Red se haga más eficiente, estas maquinaciones influirán profundamente la autopercepción y se redefinirá el concepto mismo de “sí mismo”. Esto en menoscabo de la capacidad de discernir, de la identidad individual y del dominio de nuestras ideas”.

La discusión está servida en los dos titanes de la Cultura y la Comunicación latinoamericana y en sus textos canónicos: Jesús Martín Barbero y García Canclini. Dejando de lado discretamente el legado de los estudios culturales de Birmingham (algunos reconocen abiertamente su inadecuación, su previo ejercicio antes de su denominación y la necesidad de destrabar la subordinacion de pensar o escribir sobre los “Cultural Studies” en América Latina, según Daniel Mato); uno afirma -Martín Barbero- la agregación y nueva unidad en lo que antes llamábamos pueblo y ahora nombramos sociedad civil. Mientras el otro -García Canclini- anuncia su desintegración.

“Martín Barbero, se aleja del indigenismo y el populismo, y considera que las esperanzas nuevas se afincan más bien en los sectores populares urbanos. En las solidaridades duraderas y personalizadas de la cultura barrial y de los grupos artísticos, en los graffitis y en la música juvenil, en los movimientos de mujeres y de pobladores pobres”, apunta García Canclini en la introducción a “De los medios a las mediaciones”.

Para García Canclini la cultura ni siquiera está en estos grupos de esperanza. “La cultura es un proceso de ensamblado multinacional” (García C, pág. 16) y la expresión local de los sectores populares urbanos bajo la conformación de diversos agrupamientos pierden la visión global de sus propias urbes. “Las ciudades latinoamericanas son cada vez más sedes de catástrofes” (…) “Todo exige tomar con prevenciones el elogio a la diseminación y la multipolaridad como bases en una vida más libre, formulado por teorías urbanísticas posmodernas y movimientos autogestionarios de las últimas décadas”. (García C, pág. 77).

Martín Barbero, aunque hace un reconocimiento al pueblo, convertido en masa, transfigurado en sociedad civil; examina las teorías de estudiosos del tema de la cultura y revisa las posiciones del marxismo, la sociología norteamericana y el existencialismo europeo: Ortega y Gasset, Oswald Spengler, Le Bon, Daniel Bell, Freud, y básicamente concluye que son los medios o las mediaciones los que realizan la funciones de socialización y confirman el descentramiento de la escuela y la familia. El conocimiento fluye por los medios y no por las instancias tradicionales de formación y es a partir de ellos que se construyen las identidades y se negocian los sentidos. Y remata: “melodrama y televisión le permiten a un pueblo convertido en masa reconocerse como actor de su historia, proporcionando lenguaje a “las formas populares de la esperanza”. Ese es el reto que entraña nuestra propuesta”.

Es decir, comprender lo popular, el pueblo, que de manera alternativa construye su cultura a través de los medios que recepciona y apropia.

Sin embargo, en términos de lo político, de manejo privilegiado con que acaparan las clases dominantes o elites los mejores bienes culturales de manera que logran transferir y heredar un capital cultural significativo a las generaciones que los suceden, es necesario hacer algunas puntualizaciones y señalar cierta precariedad en esta opción.

No se puede renunciar a los bienes culturales que ofrecen oportunidad de sobrevivencia y bienestar por una negación y saboteo sistemático, forzando soluciones con base en la precariedad técnica –la telenovela, el regguetón y el graffiti que marca el desalojo de las clases populares de los espacios consagrados al arte- por la implosión de proyectos regionales o nacionales. “La disolución de las monoidentidades” que llama García Canclini.

Primero, que la solución de lo cultural para los sectores populares, marginadas de la educación o con educación de baja calidad, que facilita el acceso y goce de los bienes culturales, lo es pero en términos de precariedad, con lo cual se pone en evidencia que cierta marginalidad de la cultura que esta jugada en la escuela. Bordieu, en relación a la formación en arte sostiene que en la escuela “hay una acumulación colectiva de recursos colectivamente poseídos, y una de las funciones de la institución escolar en todos los campos y en el campo del arte en particular es dar acceso (desigualmente) a esos recursos”. (Bordieu, P; Pág. 38. 2011).

Los sectores populares latinoamericanos lanzados a las urbes por procesos violentos y sistemáticos de desterritorialización no logran acceder a los bienes de calidad de la cultura. Ni siquiera logran acceder a la ciudad, así la habiten. (…) los sectores populares, o sea quienes no tienen auto, ni teléfono, tienden a restringir el horizonte de la ciudad al propio barrio: allí se elaboran la redes de interacción que despliegan modalidades distintas dentro de una misma urbe y solo se abren –limitadamente- a las grandes venas de la ciudad cuando los pobladores deben atravesarla para viajar al trabajo, realizar un trámite o buscar un servicio excepcional.” (García C, pág. 82).


En una investigación llevada a cabo en 1990 sobre el II Festival de la ciudad de México, García Canclini logra una buena radiografía del acceso de los sectores populares a los bienes culturales que oferta un evento semejante: Solo cuatro grupos cubrieron casi las tres cuarta partes del público: estudiantes (20.91%), empleados (19.90), profesionales (17.78%) y trabajadores del arte (14.18&). Los obreros estuvieron representados con 2.14%, los artesanos con 1.37% mientras que los jubilados y desempleados no alcanzaron el 1%. Observa García C: “El festival de la ciudad reproduce las segmentaciones de la población engendradas por la desigualdad en los ingresos, la educación y la distribución residencial de los habitantes”. 

Proyectos Políticos Nacionales y Educación

Este ensayo reflexiona sobre el déficit histórico de los sistemas educativos en algunos países latinoamericanos y su relación con el desarrollo social y consolidación de los proyectos nacionales. Señala los elementos de una negación sistemática de la educación hacia los sectores populares a través de varias medidas entre las que se pueden considerar: segregación por normas, baja formación del cuerpo docente que atiende la educación pública, desfinanciamiento crónico y abandono de las funciones del Estado en su responsabilidad de atender el derecho fundamental de la educación como garantía de igualdad para todos los sectores de la sociedad mediante el estímulo a la educación privada. Vincula la falla de los sistemas educativos a la frágil institucionalidad de las naciones, al limitado desarrollo social.

Mucho antes de los procesos de insubordinación y consolidación de los procesos de independencia de las nuevas naciones latinoamericanas, era evidente la restricción de la educación en los vastos territorios del dominio español. La prohibición expresa de la importación de imprentas hacia el territorio americano, el impedimento a la libre circulación de textos y la limitación en los centros de enseñanza a contenidos del escolasticismo, contrariando incluso las disposiciones de planes de estudio renovados que había ordenado impartir Carlos III, para la enseñanza de las matemáticas, geografía, medicina y astronomía. Esta enseñanza era considerada por los padres dominicos, que atenazaban la educación en América, como vulneraciones en contra de la doctrina de la iglesia.

Un plan de renovación del plan de estudios de medicina para el Colegio Mayor de Cundinamarca, en Virreinato de Nueva Granada, propuesto por José Celestino Mutis en 1762 -promotor de líder de la primera expedición botánica en América llevada cabo por españoles-, se vio frustrado al no tener maestros que aplicaran a esas cátedras y asumieran la enseñanza a las nuevas generaciones, mientras las pestes como la viruela y otras enfermedades azotaban el virreinato. (Arciniegas, G., 1938).

Con el advenimiento de las nuevas naciones, las cosas no cambiarían mayormente. Los colegios en la Gran Colombia, nombre que adoptó la porción del virreinato de Nueva Granada que comprendía las actuales Colombia, Venezuela y Ecuador, siguió en manos de órdenes religiosas y el acceso a ellos estaba limitado para jóvenes de clases altas. La mayoría de la población era analfabeta. El ejercicio ciudadano para el voto, igual, quedó supeditado al grado de formación y tenencia de tierra, con lo cual la mayoría de la población quedó excluida del ejercicio político y cimentó las bases de un Estado débil y excluyente.

En un trabajo para la UNESCO sobre educación (1992), Ernesto Schiefelbein consignaba: “La calidad –en el contexto histórico y social de América Latina- está relacionada con cosas tan simples como la lectura, escritura y matemáticas elementales y un aprendizaje que tenga relación con la vida cotidiana. Estas destrezas parecen demasiado simples para muchos observadores pero son muy difíciles de lograr en la escuela pública promedio, que atiende a la mitad más pobre de la sociedad”.

Para algunos críticos, como Miguel de Zubiría Samper (1995) esta “calidad” deficiente, no viene a ser otra cosa que un escamoteo solapado, una sustracción disimulada, una restricción con tradición histórica para negar la educación a los sectores populares de América Latina.

Los costos sociales en términos de desarrollo y consolidación de los sistemas educativos en la región, igual, se corresponden con proyectos políticos de Nación o Estado frustrados en América Latina donde, pese a unos doscientos años de transcurrir histórico, los términos de democracias efectivas e incluyentes, están lejos de cumplirse. Carlos Alberto Torres (2001) sostiene que el mensaje ilustrador fue claro: “no hay grandes probabilidades de avance social sin mayores y mejores niveles educativos (…) la educación aparece no solo como consumo sino como una inversión de enorme rentabilidad”.

“La educación elemental y secundaria en la región –subraya- continua siendo segregada por clases sociales: los pobres estudian en la escuela pública, y los sectores medios y altos florecen educativamente en instituciones privadas”.

Un conjunto de medidas, desde prohibiciones expresas de segregación, fractura de sistema educativo por  clases, estratificación, escalonamiento a manera de compuertas, con niveles de calidad dispar, desfinanciación crónica, no profesionalización del ejercicio docente, desinstitucionalización de la educación pública transferida al sector privado, han terminado por constituir sistemas educativos fallidos y han promovido estados y proyectos de nación frustrados en perennes estados de subdesarrollo, jugados en las sociedades actuales del conocimiento donde la brecha del conocimiento se agiganta cada vez más en relación a las naciones desarrolladas. Las consecuencias, de manera clara, se expresan no solo en los niveles de subdesarrollo social sino en los logros de consolidación de los proyectos de nación en América Latina, sometidas en términos nuevos a crisis internas y a procesos de dominación y sometimiento por parte de intereses externos.