jueves, 22 de noviembre de 2012

La Universidad como eje de la sociedad


Por: Otto Gerardo Salazar Pérez

        Grupo de Estudio Da Vinci

       Grupo de Investigación sobre Educación, Sociedad y Región, Da Vinci

 



Hingkelammert* nació en Alemania en 1931. Es un teólogo y economista, un teórico influyente de la teología de la liberación que escribe críticas sobre el nuevo capitalismo. Obtuvo un doctorado en economía de la Universidad Libre de Berlín y trabajó en la Universidad Católica de Chile. Después del golpe de Pinochet se radicó en Costa Rica, y desde el Departamento Ecuménico de Investigaciones de San José, artilla las críticas más lúcidas sobre el modelo neoliberal y reflexiona sobre la misión de la universidad en el mundo, especialmente, frente al fenómeno de la globalidad económica.

Su conferencia sobre “La Universidad frente a la globalización” (2005), lleva a pensar sobre las responsabilidades que de forma inevitable le competen a la universidad frente al fenómeno de la globalidad económica.

Varios fenómenos de la realidad de nuestro país, hacen oportuno su razonamiento: el ejercicio con pretensiones monopólicas en comunicaciones de Carlos Slim en Colombia, la azarosa carrera de la locomotora minera, una de las banderas del gobierno actual del presidente Santos que arrasa con los ecosistemas del país, la quiebra reciente de Interbolsa, a raíz de la especulación financiera, los proyecto privatizadores de educación superior en el país, la negativa a revisar y reestructurar el quebrado sistema de salud, e incluso los diálogos de paz, hacen una exigencia a la universidad colombiana de asumir, en el presente y hacia el futuro, la obligación de ser eje de una sociedad con responsabilidad frente a “los valores del bien común”.

La Universidad por sus misiones de formar a los ciudadanos del futuro, investigar y proyectarse en el entorno, le cabe de manera inevitable la responsabilidad de ser eje y promover directivas sobre la sociedad que se desea construir en el marco de un estado social de derecho. Hinkelammert aduce sobre ellos las responsabilidades inevitables. “La responsabilidad por la condiciones de posibilidad de la vida (…) Somos responsables aunque no lo queramos.”

En este sentido, Hinkelammert se refiere a los límites de crecimiento. Desde 1972, el Club de Roma, expresó la afectación que nuestro quehacer cotidiano inflige a la tierra y sus ecosistemas.

Igual, la biotecnología y los avances y manipulación en genética, nos ha puesto en expectativa de las implicaciones éticas y las consiguientes ventajas y desventajas que traería la manipulación en seres humanos, lo cual pone en crisis el profundo sentido humano.

De otra parte, la concentración de riqueza que genera el comercio y consumismo exacerbado y la especulación financiera de los excedentes de capital, ha llevado a la exclusión creciente de amplios sectores de la población que se ven desplazados de sus tierras y sin las condiciones mínimas para satisfacer sus necesidades, lo que en Colombia ha alimentado la guerra y todas las formas de violencia y delincuencia común y narcotráfico.

La misma educación y la salud, ante los ojos del capital, ha mutado su condición de derecho fundamental en “servicio”, en mercancía que excluye a los que carecen de capital, profundizando y manteniendo los estados de inequidad social.

La universidad, de nuevo, como lo afirmara Derrida, es el último bastión de resistencia y cuna preservativa de la cultura. Los modelos de universidad privada que se quieren impulsar, centrado en la tecnología con desprecio de la filosofía, la literatura, los valores y el humanismo, alentados por el capital ocioso del modelo neoliberal, desean capturar este último muro de contención, donde la inteligencia, la reflexión y la crítica que examina, evalúa y puede brindar opciones de vida con sentido y humanismo.


* Hinkelammert, F J. 2005. La Universidad frente a la globalización. Clase magistral de inauguración del año académico 2005 en la Universidad Bolivariana.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Universidad y Humanidades














La Borrasca - Guayasamín

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez
        Grupo de Estudio Da Vinci
       Grupo de Investigación sobre Educación, Sociedad y Región, Da Vinci

Desde el punto de vista de Derrida (1998) no puede existir Universidad sin “humanidades”.  Al menos, sin una fuerte presencia de ellas. Derrida se refiere  por “humanidades” a los campos de estudio como el derecho, la literatura, la filosofía, la lingüística, la antropología, etc. E incluye en ellas las de hoy, las humanidades del mañana o por venir y las viejas humanidades  –“no se trata ya solo del concepto conservador y humanista al que se suele a menudo asociar a las Humanidades y sus antiguos cánones”-.

Su visión es afirmativa y provocadora a partir de lo que es visible en la universidad moderna en sus lógicas investigativas patrocinadas por intereses mediáticos, comerciales e industriales. “Dentro de esta lógica, como sabemos, las Humanidades son con frecuencia los rehenes de los departamentos de ciencia pura o aplicada que concentran las inversiones supuestamente rentables de capitales ajenos al mundo académico”.

Pese a que la Universidad de los Llanos nació con dos programas dentro del campo de las humanidades, las licenciaturas en Matemáticas y Física, Ciencias Agropecuarias, su consolidación y crecimiento de esta área ha sido mínimo, pobre y lastrado. Para el presente, su incremento ha sido escasamente numérico -dos licenciaturas más- y no cualitativo, que podría aportar un programa de humanidades fuerte, como derecho, lingüística o filosofía.
¿Por qué se asocian de manera tan esencial las humanidades al concepto de Universidad  para Derrida?

Desde su punto de vista, las humanidades son las que pueden liderar las definiciones fundamentales de hombre y sociedad y encabezar la  discusión incondicional a la que esta llamada la universidad para asumir su compromiso con la verdad. No con el poder ni otros intereses que se ciernen sobre ella, como los ideológicos, económicos o políticos. Es a partir de esta postura que la universidad debe convertirse en último baluarte  de resistencia crítica, a asumir la posibilidad de discutirlo todo, al libre examen. “La universidad debería, por tanto –agrega-, ser también el lugar en el que nada está resguardado de ser cuestionado”.

Sin embargo, se vislumbran amenazas que tienden a desintegrarla y someterla. “La universidad también es una ciudadela expuesta”. Por debilidad de ella misma al no erigir discursos suficientemente sólidos, no sólo constatativos sino performativos, que tengan la capacidad de promover y generar hechos y eventos en la sociedad y el medio que la circunda. Universidades aisladas, silenciosas, retraídas como suele suceder, dedicadas a la promoción exclusiva de profesionales y ausencia de modelos investigativos fuertes en su definición y función.

Desde hace varios años, a raíz de la ausencia de amplios espacios de diálogo en la universidad: cafeterías, auditorios, salas de reunión profesoral y estudiantil, sumada a la irrupción de las nuevas tecnologías y la virtualización, el campus universitario y la comunidad académica tiende a la disgregación y solipsismo.

A manera de propuesta de estudio, Derrida hace siete propuestas de lo que serían las nuevas humanidades que trascribo de manera resumida:

  1. Estas nuevas Humanidades tratarían de las historia del hombre, de la idea del hombre, de la figura y de lo propio del hombre.
  2. Estas nuevas Humanidades tratarían de la historia de la democracia y de la idea de soberanía.
  3. Estas nuevas Humanidades tratarían de la historia del “profesar”, de la profesión y del profesorado.
  4. Estas nuevas Humanidades tratarían de la historia de la literatura.
  5. Estas nuevas Humanidades tratarían de la historia de la profesión, de la profesión de fe, de la profesionalización y del profesorado.
  6. Estas nuevas Humanidades tratarían de la historia de esa preciada distinción entre actos performativos y actos constatativos.
  7. El séptimo punto revoluciona, conmociona y arruina la autoridad misma que, en la universidad, en las humanidades, se atribuye: a. al saber. b. a la profesión; c. a la puesta en marcha, por lo menos a la puesta en marcha performativa del “como si”.
Derrida J. 1998. La Universidad sin condición. Editorial Trota. Traducción de Cristina de Peretti y Paco Vidarte.