domingo, 20 de noviembre de 2016

SOCIALISMO DEL SIGLO XXI CONSOLIDACION Y DECLIVE DEL PROCESO EN VENEZUELA

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez

El 30 de enero de 2005, seis años después de acceder el poder, con su voz estentórea y tono retador, el presidente de la rebautizada República Bolivariana de Venezuela anunció la adhesión de su gobierno al “Socialismo del Siglo XXI”. El gobierno de los Estados Unidos aún no se recuperaban del golpe sufrido por Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001 y el conflicto colombiano se aprestaba a entrar a una de sus fases más violentas de los últimos años que, no solo generaría inestabilidad en el propio territorio sino que amenazaba por primera vez integrar en su vorágine a los territorios de los países vecinos; Venezuela y Ecuador, principalmente.

El anuncio tuvo ecos y reminiscencias evidentes en la región y el continente con el proceso cubano y su revolución de 1959. Al decir de Halperin Donghi (1969, pág 545), “la isla rebelde, aislada políticamente de éste, estaba obsesivamente presente en él a través de la imaginación colectiva…”.  Revivió en Washington y su memoria histórica los afanes del presidente Kennedy por frenar una revolución en Cuba que tuvo como objeto central, en principio, derrocar el régimen corrupto de Batista pero que con los días derivó hasta convertirse en el primer régimen socialista en el continente.

Desde su independencia de España, Cuba había sido un protectorado estadounidense hasta 1934 y la concentración de la propiedad en la isla en manos de inversores estadounidenses era alta antes de la revolución. (Skidmore, pág. 282). Así que su perdida, por vías políticas y económicas, más las expropiaciones a su industria petrolera en la isla, afectaba radicalmente un sentido de coloniaje largamente larvado y establecido en la isla.

La declaración de Chávez, aun cuarenta y seis años después de la revolución cubana, sin duda, prendía las alarmas. Para Bush, Chávez “era parte de un eje del mal junto a Cuba” (Ansaldi, W: pág. 589)

Dieciséis años después de la caída del muro de Berlín, que como hecho simbólico clausuró la era de los “socialismos reales”, un presidente latinoamericano del trópico anunciaba un nuevo socialismo. ¿De qué clase de socialismo estaba hablando? ¿Se trataba del mismo que arrastraba con dificultad la isla ahora que la Unión Soviética había desaparecido? ¿Era un socialismo que revaluaba el socialismo del siglo XX y profundizaba en sus conceptos básicos? ¿Qué elementos nuevos de modernización o adecuación al siglo XXI presentaba la nueva propuesta? ¿Resultaba ser un anacronismo?

El anuncio coronaba una larga cadena de eventos que en Venezuela iniciaron el año de 1989 en lo que se denominó el Caracazo, “la rebelión popular desatada en la ciudad capital del país los días 27 y 28 de febrero en respuesta a las medidas aplicadas por el Gobierno por presión del FMI. (Ansaldi, W: pág. 589), y en general, como respuesta ciudadana el descrédito del sistema de partidos en Venezuela: el COPEI y la Alianza Democrática.

Chávez, se había proyectado a la luz pública en 1982, como cofundador del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, denominado así en celebración y memoria del natalicio del libertador Simón Bolívar. Fue un oficial del ejército de ejemplar desempeño y había cursado una maestría en Ciencias Políticas. En conjunto con otros oficiales había visto con mirada crítica los últimos sucesos de corrupción y degradación de la democracia en Venezuela.

Diez años después, en 1992, dio un golpe de estado fallido en contra del presidente Carlos Andrés Pérez, por lo cual estuvo detenido dos años. Liberado en 1994 por el presidente Rafael Caldera estableció las bases de lo que sería su movimiento político de inspiración bolivariana, el Movimiento Quinta República, que sería la base de una alianza con otros sectores de izquierda que lo llevaron a la presidencia en 1998.

Sin embargo, en un nuevo contexto histórico y revolucionario, la ideología libertaria de Bolívar no era suficiente, y la teoría del socialismo apuntaba fisuras, como lo ponía de presente el caso de Cuba y la Unión Soviética. 

El concepto de “Socialismo del Siglo XXI” había sido concebido en 1996 por un profesor ruso de economía, Alexander Buzgalin, de la Universidad Estatal de Moscú. A su vez, había sido puesto en circulación en Latinoamérica por el mexicano de ascendiente alemán, Heinz Dieterich Steffan. Sustentado en cuatro ejes: desarrollismo democrático regional, la economía de equivalencias, la democracia participativa y las organizaciones de base.

El “Socialismo del Siglo XXI” era la respuesta necesaria a la pregunta de qué socialismo sería posible después del fracaso de los “socialismos reales” de economía central planificada, gobierno de partido único, burocracia de estado ineficiente, totalitarismos y purgas de los contradictores del sistema. Un régimen y un estilo de gobierno que había sido trasplantado al caribe con serias dificultades y limitaciones.

No obstante, el surgimiento y consolidación de proyecto en Venezuela obedecía a razones de orden histórico que señalan una larga trayectoria de relación entre el gobierno de Cuba y las causas de la izquierda en Venezuela, no en pocas ocasiones, abrazados por miembros de la Guardia venezolana.

En relación a la ambicionada revolución continental, en parte, como estrategia para romper el bloqueo económico y político al que sometía Estados Unidos a Cuba, y en parte, como deber mesiánico y liberador que se autoimponía, aun careciendo de recursos y solo suministrados por vía de formación y entrenamiento militar, hizo de Venezuela, por su accesibilidad geográfica el mayor destino de recursos desde 1962; y posteriormente hacia Colombia, en 1964, a través del apoyo e instrucción del grupo guerrillero camilista ELN. Proyecto que incluso se extendió de manera frustrada hasta Bolivia, a donde se dirigió el Che Guevara una vez desembarazado de la cartera de asuntos económicos y de industria en la isla, donde habían fracasado sus intentos por diversificar la actividad agrícola del cultivo de la caña en Cuba y estimular la pequeña industria en el marco de una economía socialista ortodoxa.

Chávez creció demasiado cerca del rumor de grupos insurgentes en toda Venezuela que luchaban en contra de regímenes políticos corruptos por la justicia social y la defensa de los derechos políticos fundamentales de los venezolanos.  Ahora con el poder, y una cercanía a los Castro en Cuba que actuaban como sus mentores, su proyecto político, en el marco del “Socialismo del Siglo XXI”, le permitió formular reformas profundas en Venezuela: en primer lugar, la Constitución, con el fin de “refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica, pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado…”

Con estos objetivos en mente, mantuvo en Venezuela “políticas tendientes a favorecer a los sectores sociales de menores recursos económicos con acciones como la defensa del valor real del salario mínimo de los trabajadores, la elevación del gasto social y la ampliación de la cobertura en programas y servicios sociales, la diversificación de la actividad económica, entre otras medidas que buscaron atenuar el efecto negativo de la situación económica sobre los grupos pobres de la población”[i], lo que le valió un éxito reiterado en la urnas.

Además, -lo más notable por sus efectos en el caribe y sur del continente americano-, a través de su política exterior, pretendió convertir a Venezuela en el eje rector de un integrado y solido bloque latinoamericano para la inserción en la economía mundial bajo nuevos esquemas. Para ello consolidó alianzas con Cuba, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Brasil y Argentina.

Fue mediador y estimulador de los diálogos de paz en Colombia entre el gobierno y las guerrillas de las Farc. En el 2007 pidió a los países de América Latina y de Europa que retiraran de las listas de grupos terroristas a las guerrillas colombianas de las FARC y del ELN y las reconocieran como fuerzas insurgentes.  Este y otros pronunciamientos, desde su ascenso al poder, como el que hizo ante las Naciones Unidas en contra de Bush señalándolo del “demonio”, “huele a azufre”, lo convirtieron en un agitador y afirmante de la identidad y lucha de Latinoamérica frente a los Estados Unidos.

No obstante el auge y la consolidación del proyecto de Chávez, reflejado en su vocería en las asambleas de la OEA,  afiliación y estímulo a organismos como Mercosur, apoyo la isla cubana para sobrellevar el bloqueo económico y la desaparición de su aliado principal, la Unión Soviética, y que gracias a su mediación se consolidaran los diálogos de paz entre el gobierno colombiano y la Farc, sobrevendrían hechos con signo y carácter trágico que cercaron y amenazan naufragar todo su proyecto político.

En primer lugar, igual al caso de los hermanos Castro en Cuba, el “excesivo personalismo de Chávez” (Ansaldi, pag 592) opacó el surgimiento de liderazgos sustitutos. Sobrevivió a su lado una medianía sumisa que no tenía ni sus alcances ni su carisma. Al resultar enfermo de un cáncer en el año 2012, lo que lo llevaría a dos años de tratamiento sin éxito y desaparecer como máximo líder de la transformación venezolana, su proyecto sufrió y sufre grandes dificultades para salir adelante.

El giro inesperado de la economía, en especial, la caída internacional de los precios  del barril de crudo, de donde dependía la mayor entrada de recursos para el país, causó el colapso económico y sufrió grandes limitaciones. Escasearon productos básicos de aseo y salud y el consumo eléctrico, antes subsidiado, debió racionarse.
            
Los conceptos básicos de mismo “Socialismo del Siglo XXI”, aunque abogaran por una democracia efectiva y participativa, en la práctica, fue derivando hacia un “socialismo real” de culto a su líder y ejercicio del poder vitalicio. En el caso de Nicaragua, por ejemplo, recién se consagró, en las elecciones pasadas, con Ortega y su esposa, una neo monarquía donde él reasume la presidencia y ella la vice presidencia.

Pero sobre todo, el “Socialismo del Siglo XXI”, encuentra su talón de Aquiles en su fórmula económica y en las propuestas de la determinación del valor por vías del tiempo invertido en manufactura o servicio. Ni siquiera Arno Peters, el gran maestro y conceptualizador de la “economía de equivalencias”, tiene la fórmula definida y sigue siendo un problema básico de remuneración del trabajo y circulación de valores.


Referencias
Acosta, Y. et all. 2015. América Latina piensa en América Latina. Buenos Aires. CLACSO.
Ansaldi, W. & Giordano, V. 2012. América Latina, la construcción del orden: de las sociedades de masas a las sociedades en proceso de reestructuración. Buenos Aires. Ariel.
Avila Loya, P & González Chávez, J. 2010.  Venezuela y su Socialismo del Siglo XXI. México, D. F. Centro de Documentación, Información y Análisis. Subdirección de Política Exterior.
Dieterich Steffan, H. 2001. El Socialismo del Siglo XXI.
_____________,__. 2007. Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI. 2° Edición.
Guerra, J. 2007.  El Socialismo del Siglo XXI en Venezuela: viabilidad y alternativa.  Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales, ILDES, Venezuela.
Halperin Donghi, T.  2013. Historia contemporánea de América Latina. Madrid. Alianza.
Skidmore, T & Smith, P. 1996. Historia contemporánea de América Latina. Rhode Island, California. Editorial Crítica.
Soler, L. 2015. ¿De qué se ríe el pueblo? La crisis del régimen stronista en las caricaturas del Seminario del Partido Revolucionario Febrerista en Paraguay. Historia Actual Online, 38 (3). Buenos Aires.




[i] http://www.gobiernoenlinea.ve/misc-view/sharedfiles/Metas_Milenio.pdf

lunes, 14 de noviembre de 2016

EL LENGUAJE EN LAS CIENCIAS SOCIALES
LANGUAGE IN SOCIAL SCIENCES
LÍNGUA EM CIÊNCIAS SOCIAIS

Otto Gerardo Salazar Pérez1
1 Licenciado en Filología e Idiomas. Mg. Educación.
Grupo de Investigación: Educación, sociedad y región, Da Vinci. Escuela de Humanidades. Facultad de Ciencias Humanas y de Educación. Universidad de los Llanos, Villavicencio, Colombia).
E-mail: ottogerardo@gmail.com


Resumen
Este artículo considera aspectos básicos del lenguaje en las ciencias sociales. No solo desde el punto de vista de los sujetos colaboradores o participantes de la investigación, sino desde los mismos investigadores sociales. Plantea los postulados teóricos de Lyotard, Maturana, Ayakawa, Walter Ong y otros autores, sobre los “juegos de lenguaje”, otras funciones además de la referenciales o denotativas que tradicionalmente han sido prescritas del lenguaje de las ciencias, tales como deónticas y valorativas, muy pertinente al momento de trabajar con sujetos sociales.
El lenguaje es una dimensión básica del ser humano que, igual libera como restringe; enuncia verdades o sesga realidades. Y tratándose de los campos de estudio donde el centro es el ser humano, considerado personal o socialmente, es aún más trascendente. No solo es medio, sino objeto de estudio y posibilidad de pensamiento y reflexión; de goce y creación; vehículo del sentido común y del acuerdo, de diálogo fraterno y construcción del conocimiento.

Palabras clave: “Naturaleza del lenguaje”, “discurso”, “enunciado científico”, “oralidad”.

Abstrac
This article considers basic aspects of language in the social sciences. Not only from the point of view of employees subject or research participants, but from the same social researchers. Raises the theoretical postulates of Lyotard, Maturana, Ayakawa, Walter Ong and others on the "language games", other functions besides the referential or denotative that have traditionally been prescribed language of science, such as deontic and evaluative, very relevant when working with social subjects.
The language, a basic dimension of human beings that just released as restricted; enunciates truths or realities skews. And in the case of fields of study where the center is the human being, considered personally or socially, it is even more important. It is not only environment but studied and thought and reflection possibility; of enjoyment and creation; vehicle of common sense and of the agreement, fraternal dialogue and knowledge building.

Introducción
Si algo caracteriza o marca la diferencia entre las ciencias llamadas “naturales” y la ciencia social es el lenguaje o el discurso en el que son tramados y zurcidos sus contenidos. Mientras el lenguaje de la ciencia natural es de carácter referencial, atendiendo a las funciones del lenguaje que definiera Jakobson (1956), es decir, su foco es la realidad, el objeto de conocimiento; en la ciencia social tiende a incorporarse las otras funciones: expresiva, conativa, poética incluso.  Este cambio es invocado y el carácter de expresión empieza a cambiar. Es decir, que se admiten ahora otras funciones de lenguaje que antes eran inadmisibles.
El discurso propio de la ciencia natural es el informe, el cual excluye los juicios y las deducciones. Se basan en aquello soportado en la evidencia, Ayakawa (1967).

 “Como respuesta a este argumento Galilei introdujo una nueva idea: la inercia. De sus múltiples experimentos con bolas rodando sobre planos inclinados, había llegado a la conclusión de que una masa en movimiento uniforme rectilíneo mantendrá eternamente este movimiento mientras que no actúe ninguna fuerza exterior sobre ella (nótese que esto no es nada menos que la Segunda Ley de Newton, F~ = m~a, en forma cualitativa). Como ejemplo, Galilei dijo que si dejamos caer una bola desde la gavia de un barco en movimiento (uniforme), la bola tocará la cubierta en el pie del mástil y no más hacia la popa, puesto que la bola conserva la velocidad uniforme del barco durante su caída. De la misma manera, el argumento de los geocentristas no demostraba necesariamente que la Tierra esté en reposo.” Janseen, (2013)
El texto que antecede, es por excelencia un texto de las ciencias naturales. Expresa y describe de manera precisa una realidad. Es denotativo. Esta soportado en la evidencia y se excluye de él el juicio y la deducción. Es un lenguaje sobrio y elegante a la vez. Pero tiene prescrita otras funciones del lenguaje, y por ello, aunque gana en precisión, valor descriptivo y exactitud - asume criterios de legitimación, Lyotard, JF. (1991) para ser considerado un enunciado científico- se desvaloriza en otros sentidos. Por ejemplo, en valores como la justicia, lo bello, o lo conveniente.
Sin embargo, el lenguaje humano, reflejo de la humanidad misma, pone en juego otras dimensiones que Lyotard, JF. (1991, Pág. 19) llama los juegos del lenguaje. Es decir que, en el lenguaje y otras formas de conocimiento no limitadas al científico, entran en órbita otro tipo de enunciados, como los deónticos, interrogativos o valorativos, como es el caso de los textos narrativos. La forma narrativa es referencial en principio, denota una geografía o escenario, pero igual, prescribe sobre lo bueno, lo malo o lo justo; plantea preguntas porque en principio es el motor que lleva al lector y es por excelencia un lenguaje de valoración y juicios.  Punto donde recalan ahora las ciencias sociales.
Y lo anuncia con meridiana claridad obras como las del maestro Orlando Fals Borda (2009) al promover “Una sociología sentipensante para América Latina”.  

“Un embrujamiento similar habían sentido ya, a su manera, porque llevaban otras miras, los extranjeros —franceses y norteamericanos— que habían osado entrarse por aquellas selvas tropicales donde, según ellos mismos, “la vegetación se ha complacido en producir fantasías que el arte nunca llegará a igualar”. Luis Striffler, quien llegó en busca de oro en 1844, confesó su anonadamiento por “los desiertos animados del Nuevo Mundo que nunca quedan callados […] voces que forman el himno universal que la naturaleza entonó el día de la Creación”. Como el brujo y capitán de Cereté Francisco Velásquez en el siglo XVII, Striffler y sus compañeros extranjeros cayeron embelesados ante el suave encanto perfumado del amor sinuano, y oyeron sobrecogidos por la noche “el súbito estrépito de un caimán echándose al agua […] el grito lúgubre del tigre […] el ruido sordo y lejano de un árbol secular que se caía contra el suelo. Todo era monumental, hasta las lianas que envolvían aquellos inmensos troncos”. De: Fals Borda (2009; p 82 Los Embrujos del Sinú)

Lenguaje, sometimiento y lenguaje de la ciencia: Teoría para una explicación
Toda entidad social relevante, sea expresada como una nacionalidad o un sistema de pensamiento o conocimiento, afirmado y dominante, tiende a imponer el lenguaje en los otros. El triunfo militar o por vía comercial de unas naciones lleva a imponer su lengua a los pueblos sometidos. Lo cual trae aparejada la violencia simbólica a otras violencias que se suceden por colonización. Algo semejante surtió efecto entre las ciencias naturales, que lograron legitimidad primera en el mundo de la ciencia moderna y que llevó incluso a la imitación de sus metodologías por parte de las ciencias humanas y sociales. Al menos hasta que estas empezaron a esclarecer sus propias rutas de saber y a definir de manera más precisa sus objetos de conocimiento.
El modelo de ciencia positivista, con prevalencia de las ciencias naturales, significó la solución a necesidades básicas insatisfechas relativas a dimensiones elementales de sobrevivencia como especie, lo que le ha valido un amplio y unánime reconocimiento. Sin embargo, una vez satisfechas o vislumbradas las soluciones en la base, sobrevienen con urgencia las necesidades de convivencia, comunicación y comprensión como seres humanos.
Y las ciencias humanas y sociales afrontan este reto. Pero deberá hacerlo bajo su propio lenguaje, sobre sus propias condiciones de legitimidad como saber científico, y no a imitación o emulación de las ciencias naturales, pues, el sujeto y objeto de saber se unifican en secuencias de “relacionalidad, reflexibilidad e indeterminación. Scribano (2012).
El desencadenamiento de la ciencia positivista, por vías de la racionalidad fue un proyecto colonial supranacional. Su pretensión superó en competencia el ecumenismo religioso que poseía las almas y regulaba la vida en siglos anteriores. Para Gómez-Castro (1999), el proyecto de modernidad y ciencia intenta “someter la vida entera al control absoluto del hombre” bajo la guía del conocimiento. Sus instrumentos básicos fueron la compartimentación bajo el plano cartesiano y el lenguaje denotativo, prescrito de valores deónticos y valorativos. Hizo prevalecer la objetividad por encima de la empatía o la solidaridad; o el valor subjetivo como base de la pluralidad, la divergencia y la creatividad.
Como parte constitutiva de la modernidad, devino en nuevas formas de sujeción y disciplinamiento del sujeto -Foucault (2002)-, a través de diversas instituciones que se crearon para tal fin en remplazo de las existentes en el medioevo.
Refiere Gomez-Castro (1999) en relación a América Latina la persistencia en las gramáticas, la acendrada tradición constitucionalista -que hicieron de esta un fetiche en naciones como Colombia-, y los manuales de urbanidad que enlazaron la dimensión y reconocimiento de ciudadanía a la corrección de modales que dictaban las “urbanidades” y al uso prescriptivo del lenguaje en formas “del correcto uso” que imponían las élites de la capital del país a través de las gramáticas. Aún hoy día, en términos de educación, se prescribe formas de hablar o de decir correctas o incorrectas que son en últimas proyecciones de poder en la dimensión básica del ser como es el lenguaje.
Las expresiones locales, los modismos, los giros, el habla popular son reprimidas por subvaloración o descalificación en los escenarios de la educación formal, aquella que habilita para el ejercicio de las profesiones y valida grados de formación. Se ignora y socaba así, capas de sedimentación del saber popular y se escapan visiones e interpretaciones de la realidad social en estudio.
Es así que la formulación de una renovación en las ciencias sociales debe afrontar de manera primordial el lenguaje, tanto de los sujetos participantes o colaboradores en una investigación, como el propio en que se llevan a cabo el estudio y la reflexión social. Scribano (2012; pág. 75) establece como fundamental la palabra como “una mediación epistémica central para conocer los mundos en su pluralidad”. Lo que, en los mismos términos para ciencia social, reconoce Lyotard, JF. (1991) como la legitimidad de otros saberes expresados en otros lenguajes que recusan el canon del discurso científico. Designados por algunos cientistas como literatura gris; es decir, aquella que no cumple con los requisitos de la enunciación científica.

Teorías aportantes sobre una nueva visión del lenguaje en las ciencias social
Walter Ong (1982), a partir de las psicodinámicas de la oralidad y sus planteamientos de la reestructuración de la consciencia en las sociedades que escriben, refiere hasta qué punto revelan disparidad las cultural convergentes de aquellos sectores -populares por lo general- que aun sabiendo leer, leen muy poco y circulan en esferas de oralidad secundaria, frente a las culturas letradas que ostentan los investigadores y en general, el mundo dominante de la academia que, desde la escuela, subvalora y condena la oralidad, en la cual está cifrada el saber  popular. Con ello se revela el lenguaje como el puente que impide o tiende comunicación entre dos instancias tradicionalmente separadas pero enlazadas en procesos de investigación desde lados opuestos.
Fals Borda (2009) revela especial cuidado en esta relación y este puente desde sus primeras investigaciones con campesinos colombianos, prácticamente analfabetas, o con las comunidades costeñas del Zinú, colectividades centradas en el canto y la danza, que viven contextos básicos de oralidad. No solo verifica que la sociología con directriz norteamericana o europea no funciona en América Latina para la especificidad histórica, cultural y geográfica, sino que propone una reformulación o cambio de la directriz por el diálogo y el involucramiento con el otro. Propone superar las prácticas frías de la entrevista. Y señala incluso que “la sociología ha tenido cierta tendencia a usar eufemismos y barbarismos innecesarios (…) El nuevo estilo -pregona- debe ser preciso y claro (…) el trabajo arduo y constante y del contacto fiel y estrecho con la realidad. Fals Borda (2009; Pág. 236).
Los pueblos de oralidad -primaria o secundaria- se manifiestan más cerca del mundo humano vital, son empáticas y participantes antes que objetivamente apartadas- (Ong W 1982) y reflejan más fielmente el lugar de las emociones y la descarga de sus sensaciones, objetivos de las propuestas por una nueva sociología que expresa Scribano (2012; pág 99) al decir que “los cantos, bailes, fotos, videos, etc., no son solamente componentes de estilos de vida, elementos culturales sino que también son productos de los procesos (múltiples) que evocan los dispositivos de regulación de las sensaciones y con ellos muestran el lugar de las emociones en los complejos entramados de la dominación, sujeción, resistencia y rebelión.”
Igual, con propósitos investigativos o de desarrollo desde la sociología, es imposible la coordinación de acciones, las negociaciones del sentido, los consensos necesarios si no están mediados por el lenguaje. Para Maturana (1990) el lenguaje no solo revela el factor básico de evolución del género humano, sino que constituye el elemento cohesionador y articulador de lo social, en el lenguajear, que llama, o la coordinación de acciones consensuadas.  Sea en cualquiera de los múltiples cruzamientos oblicuos, verticales, horizontales y de todo orden que se pueda dar entre hablantes de rangos iguales, desiguales u oblicuos.
En todo hay ganancia y pérdida a la vez. Y las culturas letradas perdieron buena parte de la espontaneidad y vida del lenguaje popular de carácter oral.
En este sentido, el lenguaje popular está más lleno de vida, cargado de nuevos sentidos, rico en metáforas. “Por contraste con el habla natural -afirma Ong (1982: p.48)-, la escritura es completamente artificial. No hay manera de escribir naturalmente.” Si pudimos estudiar a través de ellas, renunciamos a la sabiduría, propia de los pueblos de tradición oral; el sentido comunitario propio de las sociedades orales, igual, se esfumó al asumir la nueva tecnología de la escritura, que volvió al hombre enclaustrado y solitario. Del pensamiento concreto pasamos al pensamiento abstracto en términos sociales.
Otra consecuencia de la escritura fue cierta separación del sujeto con lo dicho y con el objeto; en términos epistemológicos. Ong (1982; p 45), sostiene que la escritura establece lo que se ha llamado “un lenguaje libre de contextos o un discurso autónomo que no puede ponerse en duda ni cuestionarse directamente, como el habla oral, porque el discurso escrito está separado de su autor”.
Es bastante paradójico que el investigador social, una vez hecho su trabajo de campo en lo social, debe aislarse un buen tiempo para escribir y tratar de recrear situaciones que de hecho son dadas corrientemente en ámbitos de oralidad. “La escritura es una operación solipsista”, apunta Ong, w. Y le constará aún más, el imperativo que demanda la nueva sociología desde el punto de vista de Fals Borda: devolver a las comunidades del saber decantado entre ellas y el investigador.

Conclusiones
La ciencia social al tener como centro u objeto de conocimiento al ser humano, considerado en lo individual o colectivo, debe abordar la dimensión de lenguaje como proyección simbólica de pensamiento y la emoción humana.
El lenguaje es elemento fundamental de la experiencia de los sujetos y refleja otras dimensiones de integralidad en el ser humano, en escala de valores, estéticas, de acción y coordinación sobre la realidad que el investigador social no puede ignorar.
No hay forma de penetrar en lo social sin mediación profunda y comprensiva del lenguaje.
Así como se valoran la fotografía, la danza, el teatro como diferentes “formas de captar, provocar y asumir las experiencias de los sujetos,  e invitan a pensar el lugar de dichas técnicas en la investigación cualitativa”, otras formas diferentes a la entrevista, como el habla popular, los dichos, los modismos, cuentos populares y otras expresiones del lenguaje como técnicas de obtención de información y disparadores de expresión y modos de intervención social. (Scribano, 2012).
Los términos de lenguaje deberán ser revisados y ajustados desde los sujetos de y objetos de la investigación social para establecer un puente que de manera efectiva permita y viabilice los procesos de investigación social.

Referencias
Castro-Gómez, S.  1999. Ciencias Sociales, violencia epistémica y el problema de la invención del otro.
Fals Borda, Orlando. 2009. Una sociología sentipensante para América Latina. Siglo del Hombre Editores & CLACSO.
Foucault, Michel. Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. Ed. Buenos Aires. Siglo XXI.
Hayakawa, 1967. El lenguaje en el pensamiento y en la acción, España, UTEHA, Ed. Era.
Jakobson, Roman. 1963. Ensayos de lingüística general. Paris, Minuit
Janssen, Bert. 2013. Teoría de la Relatividad General. Universidad de Granada, 4° curso Física.
Lyotard, JF. (1991). La condición postmoderna Informe sobre el saber. Buenos Aires: Ediciones Cátedra. 2°.
Maturana, Humberto. 1990. Emociones y lenguaje en educación y política. Centro de Estudios del Desarrollo. CED. Dolmen Ediciones.
Ong, W. J. (1982). Oralidad y escritura. Bogotá: Fondo de Cultura Económica.
Scribano, A. 2012. Teorías Sociales del Sur: una mirada post-independentista. Estudios Sociológicos Editora