sábado, 13 de abril de 2019

El pensamiento crítico en la consolidación de la comunidad académica y la investigación de Unillanos


Por: Otto Gerardo Salazar Pérez
        Docente Escuela de Humanidades, Facultad de Ciencias Humanas y Educación
        Grupo de Estudio Da Vinci

(Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la Escuela de Humanidades, ni a la Facultad de Ciencias Humanas y Educación, ni al Grupo de Estudio Da Vinci. Son  opiniones responsabilidad exclusiva de quien firma el artículo).

El pensamiento crítico tiene altas demandas tanto interna como externamente para la Universidad de los Llanos. De manera externa, por ejemplo, para asumir su territorio con pertinencia, con capacidad de análisis y reflexión según lo expresa su Visión o, para asumir modelos pedagógicos e investigativos desde la crítica frente a la asunción silenciosa de modelos tradicionales o heterónomos. Es factor crucial de las competencias genéricas evaluadas por el Estado (Pruebas Saber Pro) como competencia genérica que busca verificar en los egresados de todos los programas de formación nivel profesional las capacidades para “entender, interpretar y evaluar textos (…) “y tomar posturas críticas frente a un texto” (Saber Pro, ICFES, 2017, p.18). Y quizás de manera más importante, para afrontar los “cambios drásticos en aquello que las sociedades democráticas enseñan a sus jóvenes” muchas veces, sin examen y análisis, según Martha Nussbaum. “Sedientos de dinero, los estados nacionales y sus sistemas de educación están descartando sin advertirlo ciertas aptitudes que son necesarias para mantener viva la democracia”.

De manera interna y en coherencia con su plataforma estratégica la Universidad de los Llanos expresa en su misión la formación integral de ciudadanos en primer lugar; alusión a una noción política de primer orden como sujeto de derechos y deberes y a un espacio efectivo de democracia. Prima, al menos ordinalmente y en su enunciación, a la formación profesional y científica. Lo cual no puede ser posible sin cumplimiento de sus principios, como la autonomía, responsabilidad social, libertad de cátedra y pluralidad argumentada con fundamento en el análisis crítico. Base que se expresa igualmente en los propósitos y metas del PEI al pretender “dotarse de un pensamiento autónomo y crítico” para los propósitos de formación integral.

En términos de docencia expresa el PEI: “La docencia, favorecerá la aproximación autónoma y crítica de los estudiantes a las disciplinas, profesiones o saberes”.

¿Ahora la pregunta o la reflexión obligada sería si esto se está logrando? ¿Si la Universidad de los Llanos tiene suficientes espacios académicos de discusión para el despliegue del pensamiento crítico en espacios de aula, en claustros académicos de escuelas y comités de programa, o instancias superiores académico administrativas y de investigación? ¿Si el pensamiento crítico se refleja en el currículo como se pretende ahora con la internacionalización? ¿Si los debates se están surtiendo para el enriquecimiento a partir de visiones encontradas o saldadas  en resquemores personales o por mayorías efectivas sin lograr el debate respetuoso?

Nussbaum sostiene como función primordial del pensamiento crítico el “mantener a raya los errores en los centros de trabajo”. Lo cual no es poco y muy deseable en términos de construir universidad, y a través de ella, construir región.

En muchas universidades, el tema del pensamiento crítico esta al orden del día. Es un factor crucial y enlazado al desarrollo y consolidación de la investigación. Y donde hay ausencia de él, laguidecen los procesos de CTeI. La crítica a los procesos altamente burocráticos y estandarizados, el establecimiento de rutinas, formatos y rituales, y la falta de un visión y perspectiva crítica para los mismos procesos que regulan la investigación y docencia al interior de las mismas universidades son una señal de alarma. Desestimar, minimizar y evitar la discusión mientras se insiste de manera machacona en procesos que no dan los resultados esperados es una señal de estancamiento y decaimiento del pensamiento crítico. Torna raquítica una comunidad académica que con resignación asumen la prosodia repetitiva de los procesos cifrados en convocatorias, ejecución de proyectos y entrega de resultados de nulo o escaso impacto mientras el modelo investigativo que primaría en la Universidad según el PDI hacia el año 2020 se pierde en el horizonte.

El pensamiento crítico es una tradición riquísima que vale la pena asumir y retomar. Desde el pensamiento de Sócrates en la antigüedad, hasta los racionalistas del siglo XVII y XVIII como Descartes Kant, Spinoza y Leibniz. Y de manera principal en la filosofía y teoría económica de Marx. En términos de Latinoamérica tenemos a Paulo Freire, es un gran referente que debería resonar más en nuestra aulas.

Lo anterior, para desmontar la idea de que el pensamiento crítico es más una actitud que una corriente de pensamiento liberadora, que procura la verdad y el desarrollo científico. Es la alternativa para luchar en contra del pensamiento dogmático instalado incluso en discursos académicos. Es una forma de contrastar un pensamiento pre científico, una concepción mágico religiosa con el que llegan nuestros estudiantes a las aulas, después de arrastrar años de formación escolar donde prima la imposición de verdades y la educación por vaciamiento. La primacía de valores neoliberales, el individualismo y formación profesionalizante con miras a la obtención exclusiva de títulos nos obliga a ofrecer otras visiones para superar grandes contradicciones en lo social, económico y político de nuestro país a las que nos obliga nuestra condición de institución formadora de “ciudadanos integrales”.