jueves, 15 de mayo de 2014

La mesa triangular que perdió dos patas

Por: Blanca Yaneth González Pinzón
        Otto Gerardo Salazar Pérez*
       Red de Lectura y Escritura en Educación Superior –REDLES- Nodo Centro

El 21 de julio de 1994, en las postrimerías del Gobierno del Presidente César Gaviria, después de la Proclama, “Por un país al alcance de los niños”, del comisionado Gabriel García Márquez, sobrevenía el plato fuerte; El Reto: “Ciencia, Educación y Desarrollo, Colombia en el siglo XXI”, servido por el científico más reconocido internacionalmente y promotor de la idea de la Misión de los Sabios, Rodolfo R. Llinás.

 

Diez meses atrás, el 16 de septiembre de 1993, se habían reunido los mismos protagonistas: el presidente Gaviría y los 10 sabios que representaban lo mejor del país en varias área del conocimiento y la cultura, reconocidos internacionalmente: Carlos Eduardo Vasco, Eduardo Aldana, Luis Fernando Chaparro, Rodrigo Gutiérrez, Rodolfo Llinás, Marco Palacios, Manuel Elkin Patarroyo, Eduardo Posada, Angela Restrepo y Gabriel García Márquez.

Les ofrecieron todas las garantías como comisión para llevar a cabo la tarea de formular una serie de propuestas para sacar delante de la educación del país, y a la par, promover la ciencia y la tecnología. El gobierno del presidente Gaviria los trajo de diversos confines del mundo  y les prometió recursos, asistentes de investigación y todo lo que requirieran para su misión.

Sin embargo, en las palabra de aceptación del comisionado coordinador, Carlos Eduardo Vasco Uribe, resonaron ciertas palabras, especie de eco inconsciente, que inquietaron al presidente Gaviria: la misión, en sus palabras, era un “proyecto visionario de trazar caminos de utopía” en medio de un entorno de guerra interna y aguda crisis fiscal. En sus palabras, igual,  era “altamente improbable, más aún, a todas luces imposible por contradecir la lógica, que un gobierno empeñado más bien en una transformación profunda de orden económico y de orden constitucional y legal”, sorprendiera en un gobierno postrero un encargo futurista.

Una y otra vez resonó el adjetivo “improbable”. Agregaba el comisionado coordinador: “Colombia es un país maravillosamente sorprendente en el que la lógica no tiene ninguna prioridad.”

La realidad, no en su instalación y tarea, que los comisionados cumplieron diez meses después, sino en la subsiguiente implementación por parte de los gobiernos sucesivos haría válida la premonición oculta del profesor Vasco, de manera especial, en lo atinente a la ciencia, educación y desarrollo.

El reto planteado por el comisionado Rodolfo R Llinás, grosso modo, se planteó en los siguientes términos. Los gobiernos sucesivos, por los próximos 25 años, deberían:

  1. Acoger el plan estratégico de largo plazo con carácter sostenible.
  2. Implementar y fundamentar un nuevo “ethos cultural”.
  3. Desarrollar un nuevo sistema educativo que fomentara habilidades científicas y tecnológicas que permitiera una reestructuración conceptual y organizativa, una nueva reorientación del imaginario colectivo y la generación de nuevos valores, comportamientos, aptitudes cognitivas y prácticas organizacionales adaptadas al mundo moderno.
  4. La reestructuración de los sistemas de ciencia, tecnología.
  5. Todo ello se sustentaba en la premisa de que “solo una acción directa sobre estos factores hará que Colombia se comprometa en la reorientación de los valores colectivos y las estructuras  organizacionales necesarios para una productividad inteligente.
Relativo la Educación expresó el comisionado Llinás:

  • Mejorar la calidad y cobertura del sistema educativo formal en los tres niveles. Los niveles básicos afectan negativamente los niveles superiores.
  • Integrar la formación en ciencia y tecnología en la educación formal básica primaria y secundaria que estimule y desarrolle una racionalidad científica.
  • Alfabetización computacional.
  • Visión integradora y articuladora a nivel conceptual en remplazo de la nociones de educación en contraste a la educación fragmentada, acrítica y desarticulada que se expresa en los planes de estudio.
  • El porcentaje del PIB dedicado a la educación debe incrementarse en un 5% en los sucesivos gobiernos.


En relación a la Ciencia:

  • Incremento del número de científicos mediante la formación posgradual. De 5.000 científicos para la época, elevarlos a 36.000 científicos e ingenieros.
  • Observación de los factores de cantidad, calidad de publicaciones científicas, número de artículos referenciados, membresías en academias científicas y número de patentes anuales. 
  • La producción colombiana debería llegar a un total anual de 5.000 publicaciones de alto nivel para contribuir al avance del conocimiento científico.
  • Frente a la inversión –para el año de la misión- en investigación científica y desarrollo del 0.4 de su PIB, Colombia debería alcanzar metas del 2 al 4% del PIB.
  • Inversión en infraestructura científica y formación de personal técnico científico de apoyo logístico para la investigación. Debería ascender a 180.000.


Tecnología y Desarrollo:

  • Priorización de la investigación y desarrollo en área estratégicas de interés para el país: Agrícola, minera y marítima, mega-diversidad y biotecnología.


Finalizaba el comisionado Llinás: “Urge preparar la próxima generación de colombianos con una óptima educación y con bases sólidas en ciencia y tecnología”.

No obstante, la posibilidad de convertir en realidad este Plan de 25 años, requería el concurso del sector empresarial y financiero y demandaba el apoyo político. Los otros dos pilares de la mesa triangular. Lo que significaba, a la larga, poner en manos de los sectores que tradicionalmente han tenido en sus manos los resortes de la educación del país, las esperanzas y la fe de que el plan resultara afectivo.

El Balance

Veinte años después, las pruebas internacionales PISA, que evalúa a nuestros estudiantes en aspectos fundamentales en lectura, matemáticas y ciencias naturales, ubican al país en último lugar en el concierto de 65 países que hacen parte de la OCDE.

“Mientras Brasil invierte cerca del 2% de su PIB en investigación y desarrollo de nuevas tecnologías, Colombia no alcanza al 0,5%.” (PAIS, 9,18,2013).

Sectores académicos de país señalan: “El desarrollo de la ciencia y la tecnología en Colombia es muy pobre, y aunque desde hace 20 años el tema ha ganado terreno político (con la Constitución de 1991 y la Ley 1286 del 2009), aún no hay una apuesta real del Estado que lo impulse más allá de los buenos deseos y se tome en serio para apalancar el progreso social y económico del país”.  (Universia, Agencia de Noticias Universidad Nacional, 11,01, 2011).
El número de patentes del país no supera las 180 en promedio anual, con tendencia al declive. Mientras Brasil registra 22.000 y México registran unas 14.000.

De los 36.000 científicos que deseo Llinás, Colombia apenas llegar hoy a la cifra de 7.129 doctores. Apenas unos 2.000 más, a un ritmo de crecimiento de unos 106 doctores por año.
¿Qué se podría concluir de lo anterior?

El desarrollo de la educación, la ciencia y la tecnología, es un propósito colectivo que Colombia no ha adoptado. El necesario concurso del sector económico de país, y el sector político, no concurrieron el deseo y la utopía planeada por los 10 sabios.

El costo social, económico y desarrollo para Colombia, está por pagarse en el concierto internacional y una generación más de colombianos, fue burlada y expropiada de las posibilidades de recibir una educación óptima, con bases científicas y tecnológicas.

Algo vislumbraba de manera oscura el maestro Vasco, al reiterar la palabra que de alguna forma molestó al presidente Gaviria: “improbable, improbable, improbable.” 


*Grupo de Estudio Da Vinci, Universidad de los Llanos
  Grupo de Investigación sobre Educación, Sociedad y Región, Da Vinci, Unillanos
  Integrante de la Red de Lectura y Escritura en Educación Superior –REDLES-    Nodo      Centro
   Mg. Educación, Universidad de Caldas
  Lic. Filología e Idiomas, U.N.