jueves, 1 de diciembre de 2011

Universidad y Calidad de la Educación













Por: Otto Gerardo Salazar Pérez
        Grupo de Estudio Da Vinci
      
Continuando con Guy Neave y sus estudios sobre la educación superior subraya este que buscar la calidad en la educación superior es una “excelente, laudable y generosa ambición”. Sin embargo, tropieza este propósito con no pocos obstáculos. En primer lugar, la calidad viene a ser una categoría conexa con otras que la condicionan como: la ampliación de la cobertura o masificación, los “sistemas de aseguramiento de la calidad” dispuestos por los diferentes gobiernos, la financiación y la cacareada “autonomía universitaria”.
En primer lugar es muy difícil el logro de la calidad cuando las metas establecidas de un gobierno están centradas en la ampliación de la cobertura, en el ensanchamiento del sistema. De las tres estrategias que había establecido el gobierno anterior: ampliación de la cobertura, mejoramiento de la calidad y perfeccionamiento de la parte administrativa,  concentró su mayor esfuerzo en la ampliación, o la masificación. Lo que tiende a producir ciclo alterno. Es una dinámica estudiada y percibida, no sólo en nuestro país sino en otros que se han encaminado los mismos propósitos. Los primeros esfuerzos se concentran en ampliación de cobertura, con menoscabo de la calidad;  para después devenir en ajustes de calidad, con menoscabo de la cobertura.
¿La pregunta sería si el sistema educativo,  imperfecto como el nuestro, puede responder a las dos demandas a la vez? Crecer con calidad. Aunque fuera deseable, la evidencia apunta a lo contario.
Y el proyecto de ley para reformar la educación superior en el país –propuesto y caído-, basculaba su esfuerzo en la masificación y ampliación de la cobertura, así nombrara y evocara de manera permanente el concepto de “calidad” en todo el articulado. El afán es de ampliación por la exclusión de amplios sectores de la población de la educación superior.
Segundo, si los estudiantes reclaman una educación de calidad, sujeta a mayores recursos para la universidad, estos niveles de calidad estarán condicionados a la acción de supervisión y evaluación de los sistemas de aseguramiento de la calidad. Sistema que puede o deberá inclinarse a la evaluación disciplinar antes que al inspección institucional como sucede ahora. En ese sentido, la pruebas saber pro, que han sido rechazadas, deberán admitirse y perfeccionarse como complemento de los sistemas masivos de enseñanza superior. ¿De otra forma, cómo se evalúan, perfeccionan y certifican los niveles de calidad?
Claro, es posible que la categoría y definición de calidad tenga un cariz particular e institucional, pero también incluye indicadores y estándares globales.
Finalmente, esta la evaluación y financiación de las instituciones.
Lo que en Colombia ha funcionado como el CNA, que acredita periódicamente los programas, y certifica los niveles de calidad institucional. Hasta el momento, basa sus decisiones sobre todo en la inspección institucional, basado en la condiciones de infraestructura, física e institucional para garantizar la docencia, la proyección y la investigación.
Sin embargo, es ausente en sus pronunciamientos frente a la caída vertiginosa de docentes de planta, que son remplazados por ocasionales y catedráticos, sin la misma dedicación y garantías para enseñar e investigar. Un factor básico de calidad en las instituciones que en Colombia es silenciado.
Los sistemas de acreditación, que en últimas son de evaluación y supervisión, desde el punto de Neave, son un arma de doble filo. Por un lado, pueden ser un escenario de negociación entre el gobierno y las instituciones de educación superior, pero si está atada a la financiación, “se necesita muy poco esfuerzo del gobierno para trocar una prometedora política de negociación en una cultura de la sumisión  por el sencillo expediente de radicar la función de la evaluación de la calidad en una agencia cuyo giro y finalidad sea consolidar la cadena de supervisión”.
Acción de carácter coadministrativo que resuena en la conformación de los consejos superiores universitarios, que últimas, birla las promesas de autonomía universitaria.
Para finalizar. Si se entiende al calidad como la búsqueda de la excelencia, entendida esta como perfeccionamiento constante y calidad total, suele este factor devenir de manera intrínseca en la instituciones, en sus estamentos, y no en la presión y vigilancia de Estado. Y tiene que ver también con la vocación de un estudiantado, no pocas veces escéptico, renuente a la academia, y facilista. Los buenos estudiantes, no son, estadísticamente, por aula y en cifra global, un indicador elevado. Se manifiesta en los pocos estudiantes vinculados a grupo de estudio e investigación, al no ir más allá del conocimiento dispuesto por el maestro, en el estudiante fósil que permanece de manera sempiterna en los pasillos de la U, en eterna adolescencia y rebeldía.
Lo anterior, no invalida las contradicciones que señala Neave, evidentes en el caso colombiano, “entre el propósito político hecho explicito por parte del gobierno de asegurar la calidad de la enseñanza superior   y la simultánea acción de la administración nacional que evidencia lo contrario.
Trae a colación que en Gran Bretaña, Francia y Países Bajos, “justo en el momento cuando iba tomando forma gradualmente los sistemas de calidad surgió por el contrario un notable deterioro de las condiciones de estudio y trabajo de los estudiantes: masificación, incremento de la relación docente/alumno, deuda estudiantil, y una vez egresado, falta de empleo”.