Por: Otto Gerardo Salazar Pérez, Docente Facultad Ciencias Humanas y de la Educación. Representante de los profesores ante el Consejo de Facultad. Grupo de Estudio Da Vinci
Hay un “meme”
anécdota que ilustra a un teléfono celular o “móvil” en el centro de otros
aparatos que le reclaman con ceño fruncido por haber sido desplazados y perdido
sus funciones. Un reloj despertador, un televisor, un radio, un teléfono fijo,
una linterna, una cámara fotográfica, etc.
Según
Luis Ricardo Sandoval, investigador argentino, (2016), “En el actual contexto, caracterizado por ecosistemas
comunicaciones densos y complejos, la telefonía móvil ha adquirido un estatus
de particular centralidad en la construcción identitaria de los sujetos. Como
bien ha sugerido Morley (2009),
recordando a Barthes, el teléfono móvil puede considerarse hoy el “objeto
superlativo” de nuestra época, aquel en el que se consensan simbólicamente las
aspiraciones, valores y sueños de una sociedad”.
Veamos
el fenómeno en cifras actuales (2021-2022), según un estudio de autoría de K.
Rosgaby Medina, (2022), “Estadísticas de la situación digital de Colombia en
2021-2022” de los 51 millones trescientos mil colombianos, 35.5 millones son
usuarios de Internet. Es decir, un 70% de la población colombiana accede al
servicio de Internet. Sin embargo, el mismo estudio revela que, 65.7 millones
de colombianos acceden por conexiones a través de celulares. Una incidencia de
127.9%.
La
portabilidad permanente, el bajo costo -relativo si se compara con precios de
un PC, una table y otros dispositivos- y conectividad diversa que ofrece con un
plan básico: telefonía, redes sociales, mensajería instantánea y otros
servicios lo convirtieron en el artefacto imprescindible. Y también se esta
presentando en el aula de clase.
Uno
que otro estudiante, tiene un portátil, y escasos, una Tablet. Pero todos tienen
un celular. Y pese a la incomodidad que puede representar leer en pantallas tan
limitadas en su espacio, es el medio en el que todos leen y hacen sus trabajos.
Cualquier maestro en las aulas de clase de la Universidad habrá dejado de percatarse
de ello.
Para
poder analizar la prevalencia del uso del “celular” o “móvil”, habría que
analizar una categoría ampliamente barajada por estudiosos del tema: la “brecha
digital”, como la limitación de las personas que no tienen acceso a Internet. Según
García Peñalvo y Corell (2020), citado por Villela Cortés, la brecha digital
puede asumirse desde tres niveles: brecha de acceso, brecha de uso y competencial.
La recurrente
es la brecha de acceso. Sin embargo, tener acceso a Internet no es suficiente,
cuando en un hogar, todos los miembros de la familia solo poseen una PC y deben
sortear y compartir el recurso de forma limitada; la brecha “competencial” puede
ser descrita como el analfabetismo digital funcional de aquellas personas que
usan Internet de manera básica e incompetente; manera recreativa a lo sumo, por
falta de conocimiento, entrenamiento y experticia para gestionar trámites de
comercio, salud, ingreso a bases de datos especializadas, etc.
Lo
evidencia de alguna manera los tiempos promedios invertidos en plataformas y
dispositivos digitales: de las 10 horas promedio de tiempo usando internet por
parte de los colombianos, casi cuatro horas es usado en redes sociales, que con
prevalencia discurren en modos de banalidad y entretenimiento.
Aunque
las principales razones para usar Internet por parte de los colombianos, sea
encontrar información e investigar cómo hacer cosas y mantener contacto con sus
amigos y familiares, estudiar y aprender vienen a ser la cuarta razón. Buscar
información de negocio y manejar finanzas, vienen a ser las últimas razones
después de trece en orden descendente.
Ahora,
la pregunta: ¿cómo se plantea el aula de la clase frente a este dispositivo y su
uso preponderante por parte de los estudiantes? Es evidente, y de ahí la
renuencia reiterada de los estudiantes de la Universidad de los Llanos a las
clases apoyadas en medios digitales, que puede existir una brecha de uso y competencial
no remediadas. La primera, a partir de condiciones socio económicas que pueden impedir
el acceso suficiente a medios digitales de manera amplia y autónoma, la segunda,
de la esfera educativa, en el sentido de formar de manera más fuerte en lo
competencial para el uso de Internet por parte de los estudiantes de Unillanos.
El
simple hecho de ser joven -ya traen el “chip”, se dice- , incluso de tener
acceso a Internet, no es garantía de estar a salvo de la brecha digital y la
Universidad, el programa Preu, y las diferentes Facultades de la Universidad,
deberán tomar cartas en el asunto. Bien sea, estimulando la investigación en
esta área de la comunicación y las Tic, de manera consecuente por vía de
formación de sus docentes en las mismas y, finalmente, con presencia transversal
mediante la práctica y uso de medios digitales móviles en las diversas clases que
permitan una integración fructífera de algo que vemos como un adversario
molesto en las aulas de clase. Que nos mira desde la puerta del aula y pide
asiento.
García
Peñalvo, F. J. y Corell, A. (2020). La covid-19: ¿enzima de la transformación
digital de la docencia o reflejo de una crisis metodológica y competencial en
la educación superior? Campus Virtuales, 9(2), 83-98
Medina, K.
R. Estadísticas de la situación digital de Colombia en el 2021-2022. Branc.com.co/marketing-digital
en: Digital 2022 Global Overview Report. https://branch.com.co/marketing-digital/estadisticas-de-la-situacion-digital-de-colombia-en-el-2021-2022/
Sandoval,
L. R. (2016). La constitución de la telefonía móvil en Argentina: marcos
regulatorios, retórica publicitaria y domesticación. Nueva época, num. 25
enero-junio.
Villela
Cortés, F, Contreras Islas, D. S. (2021). La brecha digital como una nueva capa
de vulnerabilidad que afecta el acceso a la educación en México. Academia y
Virtualidad 14(1), 169-187. https://doi.org/10.18359/ravi.5395
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