miércoles, 6 de junio de 2018

La Técnica como forma de pensar



Hay que convertirse en tecnólogo para poder ser humanista
Sloterdijk

Otto Gerardo Salazar Pérez1
Doctorado en Estudios Sociales de América Latina. 5 Cohorte.
Universidad de Córdoba, Argentina

1 Licenciado en Filología e Idiomas.  Mg. Educación.
Grupo de Investigación: Educación, sociedad y región, Da Vinci. Escuela de Humanidades. Facultad de Ciencias Humanas y de Educación. Universidad de los Llanos, Villavicencio, Colombia.
E-mail: ottogerardo@gmail.com

La técnica como un modo divergente de pensar

La técnica, antes que cualquier uso de instrumentos o extensiones del ser humano, puede concebirse como un cierto modo de obrar para la consecución de determinados fines. Tal cierto modo de obrar seguro ya implicaba un cierto modo de pensar del ser humano en sus orígenes.  ¿Un procedimiento, por ejemplo; cierto método vago de actuar con el fin de alcanzar una meta, aún sin el uso de herramientas, puede ser admitido como técnica? ¿Tal vez lo que en términos modernos vendríamos a llamar “estrategia”? ¿Se puede ser un sujeto técnico sin el uso de herramientas e instrumentos? ¿Los medios o herramientas que a posteriori y de manera necesaria vendrían, serían el corolario de la técnica, los recursos de ejecución?  
La técnica como modo de obrar está arraigada en el pensamiento sobre los modos de actuar, que en últimas, hacen evidente una forma de pensar. Un procedimiento planeado, estructurado y ejecutado con habilidad suele ser descrito como una forma de ejecución técnica. Una jugada muy técnica en ajedrez es aquella altamente elaborada y estudiada. La técnica viene a ser una oposición de la ejecución no planeada, poco reflexionada y sin previsión de los medios. También refiere a la cualidad y el estilo en las formas de ejecución en los sujetos. Incluso en los espectáculos circenses suele distinguirse las formas de enfrentamiento entre “técnicos” y “rudos”, y en muchas disciplinas deportivas suelen caracterizarse a ciertos sujetos como “técnicos” en el sentido del predominio de la resolución inteligente, la habilidad y la destreza por encima de la fuerza y la capacidad física.
La técnica es la base de la ejecución en el caso de los artistas y deportistas y es entendida como el perfeccionamiento en la ejecución del movimiento. En ausencia de herramientas o instrumentos de ejecución, suele entenderse tal vez que el cuerpo viene a ser la herramienta. Pero significa más un modo de pensar. Así que concebir la técnica como el uso predominante de herramientas  puede dejar de lado un aspecto fundamental de la técnica. La que precede a ella, al modo de pensar y actuar del ser humano y que denominamos “técnica”. En términos de Schmucler: “…la técnica lleva en sí la marca de la voluntad, que es anterior a la técnica y que depende de la percepción que los seres humanos tienen de sí mismos. La técnica construye el mundo pero hay una voluntad humana que previamente le ha dado su nacimiento”.
La técnica es base de una discusión en las artes plásticas actuales. Los cursos de formación artística ubican como objeto central “el pensamiento creativo”, no la “técnica” en sí. Las posibilidades de una obra bajo una concepción nueva, creadora, inédita está por encima de los procedimientos o los recursos técnicos en la plástica con lo que el autor enfrenta su obra.
Los públicos, instalados en las formas de representación figurativas de siglos pasados, donde la formación en artes consistía en el dominio de la técnica, tienden a rechazar una de las actividades humanas artísticas que se devuelven al sentido original de la técnica, es decir, a un modo de pensar que viabilizará y definirá los derroteros en la técnica en el arte conceptual.
A los artistas que reiteran en la técnica se les mira con sospecha y se les reclama la concepción de lo nuevo en la obra. En cierto sentido, solo repiten, no crean nada nuevo. No se puede “reducir el arte a los objetos de arte”. Simondon. Sin embargo, la relación entre el pensamiento creativo artístico, tampoco puede desvincularse de la técnica como expresión, concreción metodológica y de ejecución de la obra de arte. El arte contemporáneo que rechaza de manera absoluta cualquier técnica, en instalaciones y performances, suele verse como pretensión y vacuidad. Un código de arte tan abierto a cualquier lectura deviene en cualquier cosa. Lo cual convierte, en situación inversa, cualquier cosa en arte.
La técnica como interioridad más que exterioridad
Hacer este reenfoque de la concepción de “técnica”, que el mismo autor, -Schmucler- denomina el “tecnologisismo”, vendría a confrontar la forma más arraigada y hegemónica que ha tomado el concepto de “técnica” asumida como exterioridad del ser humano, centrada en la herramienta y consagrado en la máquina autómata. La visión de técnica como exterioridad o herramienta que perfecciona y amplifica la ejecución valida la prótesis en sí misma y anula la base natural que la crea y dinamiza.
La dimensión íntima de la técnica fue tan fuerte que en sus inicios, por encima de los propósitos prácticos motores, que tuvo un vínculo con lo espiritual en los términos de Eliade; “el hierro sideral”, “el metal celeste”, y por lo tanto, “sacro”; “…el cuchillo para alejar a los demonios”. Es decir, superaba la dimensión instrumental para ser acogido en la esfera espiritual del ser humano, o sea, su nivel más íntimo, ontológico, del mismo ser humano.
La técnica en términos de un proceso de pensamiento viene a ser más un pensamiento divergente, alternativo. Enfrentados a superar los obstáculos que representa el medio natural como “especie en desventaja” según Parente (2009), y de manera sustitutiva el ser humano se vio precisado a pensar, a crear una solución que supliera su deficiencia orgánica. Lo cual es un dato revelador de un pensamiento más allá de las posibilidades que dicta la naturaleza de su conformación física. Ningún otro animal, pensará en esas dimensiones. Al menos, no en términos tan ambiciosos y radicales como los seres humanos. Algunos simios, en el uso de varas para alcanzar termitas, algunos pájaros para construir nidos, se limitarán a técnicas muy rudimentarias que repiten una y otra vez de modo intergeneracional y de manera fija. La técnica a la que se alude, es a la del ave que pesca sin herramientas, haciendo uso de su imaginación, previsión y cálculo para lograr su cometido.
En esas condiciones, la técnica debió aflorar más en individuos con desventaja física pero con la perspicacia y paciencia para superar obstáculos que exigían fuerza explosiva para el levante y arrastre. Las mujeres, los niños, los hombres ancianos y sujetos con malformación o amputación, compelidos por la necesidad –la necesidad siempre es una puerta que desafía la imaginación-, debieron formular alternativas mediante la concepción y el diseño de herramientas básicas y sustitutos de sus extremidades. Y mediante prueba y error, las fueron perfeccionando hasta ser parte de su menaje de vida y constituir los artefactos propios de su cultura. Patrón de identidad antropológica que define una cultura en relación a los oficios, los modos de uso para la habitación, la provisión de alimento y el consumo.
En este sentido, y en divergencia con Sloterdijk, “los inválidos son los precursores del hombre del mañana” pero en su tiempo, y no necesariamente el de ahora. Lo que se tiene ahora es perfeccionamiento y fineza en extremo para superar lo rudimentario de lo que estuvo bien sentado y constituido desde los inicios de la humanidad en muletas hechas con horqueta de ramas de árbol y cordones de bejucos y corteza.
La concepción de tecnologisismo desarraigó la técnica del ser humano, y en concreción del desarrollo del automatismo y la inteligencia artificial enfrenta al ser humano a distopías representadas por un género cinematográfico que gana audiencia y popularidad. Distopías que remite a la utopía capitalista que plantea Foucault, “las cuales tienden a realizarse con mucha  frecuencia” a diferencia de la utopía humanista que elaboran grupos de pensamiento alternativo moderno o del siglo pasado en sectores proletarios. Expresión de la voluntad de dominio y control delegada a la tecnología moderna y la cual dista mucho del propósito fundamental del pensamiento técnico original, en el sentido de un pensamiento divergente y creativo compensatorio para expandir y no reprimir.
El tecnologisismo niega la técnica como un tipo de pensamiento, en connivencia con otros tipos de pensamiento que suelen darse en el ser humano: pensamiento religioso, lógico, artístico, etc. Pensamiento para superar los obstáculos que ofrece la naturaleza o impone nuestras propias limitaciones orgánicas.
Tal separación, a la larga, llevó a un divorcio entre la cultura y la técnica, lo cual viene a ser un despropósito mayor, considerado la concepción antropológica de los artefactos. Es decir, los objetos  reveladores de una memoria, un pensamiento y una forma de ser de los pueblos, más allá de los mismos objetos y en sí mismos. O en palabras de Simondon, la cultura centrada una concepción humanista que concibe la máquina como “un bloque cerrado y al funcionamiento mecánico como una estereotipia iteractiva”.
La relación íntima entre este modo de pensar y los artefactos que se usaban, se fracturó en la medida del perfeccionamiento y complejización de los artefactos  y en la medida de la especialización de los oficios–que derivaron en máquinas-. Lo cual creó, entre los excluidos del círculo de sujetos especializados, una masa ignorante de la técnica y alienada por el “desconocimiento” de la naturaleza de ella.
A la ignorancia sobre la técnica se sumaría la desconfianza que se siente ante el usurpador. Llevados del afán comercial  y del deseo de incrementar la producción, la técnica y las maquinas, enfocada ya en el control de los medios, en cierto poder sobre los objetos, dio en la revolución industrial.  Se asaltan y se agreden las máquinas de hilar. La herramienta que era personal, propiedad del artesano, pasa a ser un bien ajeno e impersonal para producir bienes a escala y en menor tiempo.
Así, las formas de pensar técnico, que fueron generales, se convirtieron en áreas restringidas de la ingeniería, y los tecnólogos, los encargados de dominar su discurso. 
Tres autores: Faucauld, Schmucler y Slorterdijk, señalan los eslabones y las razones de la ruptura. El poder. El control, que en últimas, es poder también. “Poder y saber están sólidamente enraizados” en términos de Faucauld y excluye e implica dominio sobre los que no lo tienen. Las instituciones de control y vigilancia, que constituyen la sociedad disciplinaria, funcionan como los medios de comunicación; es decir, de manera articulada y coincidente en el propósito de dirigir, someter y controlar, apalacando cada una de ellos un factor humano: el espiritual, el disciplinario, el de la formación en la competencia técnica para hacer un trabajo determinado dentro del sistema productivo, modelando lo ideológico para que se articule sin traumatismo al sistema político imperante.
Para Schmucler “técnica se expresa en su instrumentalidad para dominar el mundo”. Es decir, es un asunto de poder, de rutina, de finalización en sí. Es la perspectiva de la ¨distopia” mencionada arriba o el fin de la historia, o al menos, de no futuro. Para la cual, Schmucler, da una sola advertencia. La de Holderling, citado por Fujuyama. “Allí donde está el peligro nace también lo que salva”.
Para Sloterdijk, todo desconocimiento es vejatorio y ahora lo es la técnica. O su ignorancia, expresada en contradicciones por sujetos anclados y aliados de la antigüedad. Aquellos que expresan su duda en el   “pensar en términos pretécnicos y vivir técnicamente”.   La tecnología viene a ser así una cuarta vejación más, sumada a la cósmica, biológica, psicológica. La tecnología y la maquínica sofisticada vejan al hombre y lo instrumentaliza, lo adhiere a ella como un apéndice más. Se invierte todo el sentido original del pensamiento técnico y el pensar, como proceso de información, intuición y sospecha, pasa al extremo del objeto, el artefacto, la máquina.
Con diferencia de los anteriores autores, Sloterdijk señala el camino de la educación como una posibilidad y salvación: “Es preciso para ello grandes ejércitos de docentes y ofensores”.  “La idea moderna de educación juega el rol amortiguador entre las partes”. El intercambio de roles para rescatar la humanidad misma, su visión animista, subjetiva religiosa y objetiva racional. “Hay que convertirse en tecnólogo para ser humanista”. O a la inversa, los tecnólogos, en humanistas: “Los matemáticos deben convertirse en poetas, los cibernéticos en filósofos de la religión, los médicos en compositores, los expertos en chamanes”.

Reformular la cultura sobre la técnica
Será necesario redefinir la cultura sobre la técnica y su conceptualización básica privilegiando el polo que la hace posible, el pensamiento. Antes que el objeto que la concretiza, el artefacto que la que la hace posible y le da forma. El pensamiento como marco general, que valora las implicaciones, ajustes y consecuencias que genera el uso de las herramientas mismas, los instrumentos adoptados, y todas las implicaciones individuales y sociales que generan su adopción y uso.
Solo un propósito semejante podrá ser objeción a la concepción dogmática y totalitaria  del tecnologisismo planteado por Schmucler.
Los medios para esta solución están en superar una educación deficiente y subvalorada sobre el saber técnico. El predominio de una concepción humanista no le hace bien a la misma concepción humanista con exclusión del conocimiento sobre la naturaleza y esencia de la técnica. Es necesario restituir al seno de la concepción humanista la técnica desarraigada de ella, matizar la concepción fría e inhumana de la técnica y las máquinas.
Desarrollar en términos políticos, los propósitos de minimizar las brechas tecnológicas que se hacen evidentes, intra nacional e inter naciones, que generan para unos la dependencia a perpetuidad y modelan un mundo de desigualdad y dependencia. Otorgan de entrada condiciones de inequidad y establecen flujos extractivistas violentos y degradantes del medio ambiente y rigen un consumo dependiente y explotador.
No es menor cosa. No es fácil para naciones como las nuestras, las latinoamericanas en concreto, que han zanjado y consagrado en el saber la separación exaltada del humanismo abundante en retórica, de una parte,  del saber técnico por otra. No es fácil cuando el sometimiento de las agendas de nuestros países acuerda de manera tácita minimizar los recursos destinados la ciencia, la tecnología y la innovación. Y donde la formación en los niveles básicos, no sensibiliza ni desarrolla el conocimiento y el modo de pensar técnico.
El número de patentes de los países latinoamericanos, sigue siendo insignificante frente a unos pocos países que concentrar el desarrollo y poder tecnológico, lo que revela que muchos años de inversión de recursos no dan los resultados esperados.
La falta de desarrollar una concepción más amplia de lo que es la tecnología como una forma de pensamiento en nuestro entorno ha empobrecido las tecnologías en su uso. La recepción acrítica ha predominado. La tecnología con prevalencia de su uso para lo comunicativo, para el entretenimiento y la sistematización del trabajo estandarizado, no ha conducido a un uso intelectivo de esas tecnologías puestas a nuestra disposición. El nivel de sub utilización de las Tic, el uso instrumental de ellas nos han empobrecido más, siendo su pretensión algo totalmente contrario cuando previo a su adopción, ha mediado un pensamiento reflexivo y crítico.
Llinas (2003), el neurocientífico colombiano llama a no tomar una cosa por otra. Según él, el ser humano “percibe” que tiene cabeza, que tiene un cerebro; y esta es asumida en una de las cinco terminales del cuerpo humano como una parte más y no la principal. Se habla así de “decapitación” para designar que  un cuerpo pierde la cabeza.
Sin embargo, para Llinás, la integridad del sujeto esta jugada en ella y no lo otros miembros de su cuerpo; un brazo, una pierna, pueden perderse sin que esa integridad del sujeto desparezca. Podemos seguir siendo el sujeto que somos aún a costa de ellas. No así si perdemos la cabeza. En este sentido, para Llinás, no somos un cuerpo con cabeza, sino todo lo contrario, una cabeza con cuerpo. Y hablaríamos de “decorporación” y no de “decapitación”. En el cerebro está lo que somos y la conciencia del sujeto está cifrada en el sistema redundante de información que aportan los cinco sentidos. El cuerpo es la herramienta, el conjunto de extensiones, los medios que posibilitan.
De manera análoga, la tecnología, más que herramientas, instrumentos o medios, estaría esencialmente en el tipo de pensamiento que la concibe y desarrolla para un operar efectivo y eficiente en el medio de la naturaleza que nos reta e impulsa a superarla para nuestra sobrevivencia.
Referencias
Breton. La utopía de la comunicación.
Deleuze, G. 1991. “Postdata sobre las sociedades de control” en Christian Ferrer (Comp.) El lenguaje literario, 7° Ed. Nordan, Montevideo.
Eliade, M.  1974. Herreros y alquimistas. Alianza Editorial. 7° reimpresión.
Foucault, M. La verdad y las formas jurídicas. Gedisa Editorial.
Giddens, A. 1971. El capitalismo y la moderna teoría social. Editorial Labor. Barcelona.
Heidegger.  La pregunta por la técnica.
Rodolfo, Ll. 2003. El Cerebro y el Mito del Yo. Editorial Norma.
Parente, D. 2009. Del órgano al artefacto Acerca de la dimensión biocultural de la técnica. Editorial de la Universidad de la Plata.
Schmucler, H. 1996. Apuntes sobre el tecnologismo y la voluntad de no querer. Revista Artefacto 1. Argentina.
Simondon, G. El modo de existencia de los objetos técnicos. Prometeo Libros.
Sloterdijk. La vejación a través de las maquinas. Observaciones filosóficas sobre la posición psicohistórica de la tecnología médica avanzada.
Tejeiro, M. (2018). Concepción sobre la técnica en arte.

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