Por: Otto Gerardo Salazar Pérez
E-mail: ottogerardo@gmail.com
El 30 de enero de 2005, seis años
después de acceder el poder, con su voz estentórea y tono retador, el
presidente de la rebautizada República Bolivariana de Venezuela anunció la
adhesión de su gobierno al “Socialismo del Siglo XXI”. El gobierno de los
Estados Unidos aún no se recuperaban del golpe sufrido por Al Qaeda el 11 de
septiembre de 2001 y el conflicto colombiano se aprestaba a entrar a una de sus
fases más violentas de los últimos años que, no solo generaría inestabilidad en
el propio territorio sino que amenazaba por primera vez integrar en su vorágine
a los territorios de los países vecinos; Venezuela y Ecuador, principalmente.
El anuncio tuvo ecos y reminiscencias evidentes en la región y el continente con el proceso cubano y su revolución de 1959. Al decir de Halperin Donghi (1969, pág 545), “la isla rebelde, aislada políticamente de éste, estaba obsesivamente presente en él a través de la imaginación colectiva…”. Revivió en Washington y su memoria histórica los afanes del presidente Kennedy por frenar una revolución en Cuba que tuvo como objeto central, en principio, derrocar el régimen corrupto de Batista pero que con los días derivó hasta convertirse en el primer régimen socialista en el continente.
Desde su independencia de España, Cuba
había sido un protectorado estadounidense hasta 1934 y la concentración de la
propiedad en la isla en manos de inversores estadounidenses era alta antes de
la revolución. (Skidmore, pág. 282). Así que su perdida, por vías políticas y
económicas, más las expropiaciones a su industria petrolera en la isla,
afectaba radicalmente un sentido de coloniaje largamente larvado y establecido
en la isla.
La declaración de Chávez, aun cuarenta
y seis años después de la revolución cubana, sin duda, prendía las alarmas. Para
Bush, Chávez “era parte de un eje del mal junto a Cuba” (Ansaldi, W: pág. 589)
Dieciséis años después de la caída del
muro de Berlín, que como hecho simbólico clausuró la era de los “socialismos
reales”, un presidente latinoamericano del trópico anunciaba un nuevo
socialismo. ¿De qué clase de socialismo estaba hablando? ¿Se trataba del mismo
que arrastraba con dificultad la isla ahora que la Unión Soviética había
desaparecido? ¿Era un socialismo que revaluaba el socialismo del siglo XX y
profundizaba en sus conceptos básicos? ¿Qué elementos nuevos de modernización o
adecuación al siglo XXI presentaba la nueva propuesta? ¿Resultaba ser un
anacronismo?
El anuncio coronaba una larga cadena de
eventos que en Venezuela iniciaron el año de 1989 en lo que se denominó el Caracazo,
“la rebelión popular desatada en la ciudad capital del país los días 27 y 28 de
febrero en respuesta a las medidas aplicadas por el Gobierno por presión del
FMI. (Ansaldi, W: pág. 589), y en general, como respuesta ciudadana el
descrédito del sistema de partidos en Venezuela: el COPEI y la Alianza
Democrática.
Chávez, se había proyectado a la luz pública en 1982, como cofundador del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, denominado así en celebración y memoria del natalicio del libertador Simón Bolívar. Fue un oficial del ejército de ejemplar desempeño y había cursado una maestría en Ciencias Políticas. En conjunto con otros oficiales había visto con mirada crítica los últimos sucesos de corrupción y degradación de la democracia en Venezuela.
Diez años después, en 1992, dio un
golpe de estado fallido en contra del presidente Carlos Andrés Pérez, por lo
cual estuvo detenido dos años. Liberado en 1994 por el presidente Rafael Caldera
estableció las bases de lo que sería su movimiento político de inspiración
bolivariana, el Movimiento Quinta República, que sería la base de una alianza
con otros sectores de izquierda que lo llevaron a la presidencia en 1998.
Sin embargo, en un nuevo contexto
histórico y revolucionario, la ideología libertaria de Bolívar no era
suficiente, y la teoría del socialismo apuntaba fisuras, como lo ponía de
presente el caso de Cuba y la Unión Soviética.
El concepto de “Socialismo del Siglo
XXI” había sido concebido en 1996 por un profesor ruso de economía, Alexander
Buzgalin, de la Universidad Estatal de Moscú. A su vez, había sido puesto en
circulación en Latinoamérica por el mexicano de ascendiente alemán, Heinz
Dieterich Steffan. Sustentado en cuatro ejes: desarrollismo democrático
regional, la economía de equivalencias, la democracia participativa y las
organizaciones de base.
El “Socialismo del Siglo XXI” era la
respuesta necesaria a la pregunta de qué socialismo sería posible después del
fracaso de los “socialismos reales” de economía central planificada, gobierno
de partido único, burocracia de estado ineficiente, totalitarismos y purgas de
los contradictores del sistema. Un régimen y un estilo de gobierno que había
sido trasplantado al caribe con serias dificultades y limitaciones.
No obstante, el surgimiento y consolidación de proyecto en Venezuela obedecía a razones de orden histórico que señalan una larga trayectoria de relación entre el gobierno de Cuba y las causas de la izquierda en Venezuela, no en pocas ocasiones, abrazados por miembros de la Guardia venezolana.
En relación a la ambicionada revolución
continental, en parte, como estrategia para romper el bloqueo económico y
político al que sometía Estados Unidos a Cuba, y en parte, como deber mesiánico
y liberador que se autoimponía, aun careciendo de recursos y solo suministrados
por vía de formación y entrenamiento militar, hizo de Venezuela, por su
accesibilidad geográfica el mayor destino de recursos desde 1962; y
posteriormente hacia Colombia, en 1964, a través del apoyo e instrucción del
grupo guerrillero camilista ELN. Proyecto que incluso se extendió de manera frustrada
hasta Bolivia, a donde se dirigió el Che Guevara una vez desembarazado de la
cartera de asuntos económicos y de industria en la isla, donde habían fracasado
sus intentos por diversificar la actividad agrícola del cultivo de la caña en
Cuba y estimular la pequeña industria en el marco de una economía socialista ortodoxa.
Chávez creció demasiado cerca del rumor de grupos insurgentes en toda Venezuela que luchaban en contra de regímenes políticos corruptos por la justicia social y la defensa de los derechos políticos fundamentales de los venezolanos. Ahora con el poder, y una cercanía a los Castro en Cuba que actuaban como sus mentores, su proyecto político, en el marco del “Socialismo del Siglo XXI”, le permitió formular reformas profundas en Venezuela: en primer lugar, la Constitución, con el fin de “refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica, pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado…”
Con estos objetivos en mente, mantuvo
en Venezuela “políticas tendientes a favorecer a los sectores sociales de
menores recursos económicos con acciones como la defensa del valor real del
salario mínimo de los trabajadores, la elevación del gasto social y la
ampliación de la cobertura en programas y servicios sociales, la
diversificación de la actividad económica, entre otras medidas que buscaron
atenuar el efecto negativo de la situación económica sobre los grupos pobres de
la población”[i],
lo que le valió un éxito reiterado en la urnas.
Además, -lo más notable por sus efectos
en el caribe y sur del continente americano-, a través de su política exterior,
pretendió convertir a Venezuela en el eje rector de un integrado y solido
bloque latinoamericano para la inserción en la economía mundial bajo nuevos
esquemas. Para ello consolidó alianzas con Cuba, Nicaragua, Ecuador, Bolivia,
Brasil y Argentina.
Fue mediador y estimulador de los diálogos de paz en Colombia entre el gobierno y las guerrillas de las Farc. En el 2007 pidió a los países de América Latina y de Europa que retiraran de las listas de grupos terroristas a las guerrillas colombianas de las FARC y del ELN y las reconocieran como fuerzas insurgentes. Este y otros pronunciamientos, desde su ascenso al poder, como el que hizo ante las Naciones Unidas en contra de Bush señalándolo del “demonio”, “huele a azufre”, lo convirtieron en un agitador y afirmante de la identidad y lucha de Latinoamérica frente a los Estados Unidos.
No obstante el auge y la consolidación
del proyecto de Chávez, reflejado en su vocería en las asambleas de la
OEA, afiliación y estímulo a organismos
como Mercosur, apoyo la isla cubana para sobrellevar el bloqueo económico y la
desaparición de su aliado principal, la Unión Soviética, y que gracias a su
mediación se consolidaran los diálogos de paz entre el gobierno colombiano y la
Farc, sobrevendrían hechos con signo y carácter trágico que cercaron y amenazan
naufragar todo su proyecto político.
En primer lugar, igual al caso de los
hermanos Castro en Cuba, el “excesivo personalismo de Chávez” (Ansaldi, pag
592) opacó el surgimiento de liderazgos sustitutos. Sobrevivió a su lado una
medianía sumisa que no tenía ni sus alcances ni su carisma. Al resultar enfermo
de un cáncer en el año 2012, lo que lo llevaría a dos años de tratamiento sin
éxito y desaparecer como máximo líder de la transformación venezolana, su
proyecto sufrió y sufre grandes dificultades para salir adelante.
El giro inesperado de la economía, en
especial, la caída internacional de los precios
del barril de crudo, de donde dependía la mayor entrada de recursos para
el país, causó el colapso económico y sufrió grandes limitaciones. Escasearon
productos básicos de aseo y salud y el consumo eléctrico, antes subsidiado,
debió racionarse.
Los
conceptos básicos de mismo “Socialismo del Siglo XXI”, aunque abogaran por una
democracia efectiva y participativa, en la práctica, fue derivando hacia un
“socialismo real” de culto a su líder y ejercicio del poder vitalicio. En el
caso de Nicaragua, por ejemplo, recién se consagró, en las elecciones pasadas,
con Ortega y su esposa, una neo monarquía donde él reasume la presidencia y
ella la vice presidencia.
Pero sobre todo, el “Socialismo del Siglo XXI”, encuentra su talón de Aquiles en su fórmula económica y en las propuestas de la determinación del valor por vías del tiempo invertido en manufactura o servicio. Ni siquiera Arno Peters, el gran maestro y conceptualizador de la “economía de equivalencias”, tiene la fórmula definida y sigue siendo un problema básico de remuneración del trabajo y circulación de valores.
Referencias
Acosta, Y. et all. 2015. América
Latina piensa en América Latina. Buenos Aires. CLACSO.
Ansaldi, W. & Giordano, V. 2012.
América Latina, la construcción del orden: de las sociedades de masas a las
sociedades en proceso de reestructuración. Buenos Aires. Ariel.
Avila Loya, P & González Chávez,
J. 2010. Venezuela y su Socialismo del Siglo XXI. México, D. F. Centro de
Documentación, Información y Análisis. Subdirección de Política Exterior.
Dieterich Steffan, H. 2001. El
Socialismo del Siglo XXI.
_____________,__. 2007. Hugo Chávez y
el Socialismo del Siglo XXI. 2° Edición.
Guerra, J. 2007. El Socialismo del Siglo XXI en Venezuela:
viabilidad y alternativa. Instituto
Latinoamericano de Investigaciones Sociales, ILDES, Venezuela.
Halperin Donghi, T. 2013. Historia
contemporánea de América Latina. Madrid. Alianza.
Skidmore, T & Smith, P. 1996. Historia contemporánea de América Latina.
Rhode Island, California. Editorial Crítica.
Soler, L. 2015. ¿De qué se ríe el pueblo? La crisis del régimen stronista en las
caricaturas del Seminario del Partido Revolucionario Febrerista en Paraguay.
Historia Actual Online, 38 (3). Buenos Aires.
No hay comentarios:
Publicar un comentario