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Por: Otto Gerardo
Salazar Pérez
Docente Escuela de Humanidades,
Facultad de Ciencias Humanas y Educación
Coordinador
del Grupo de Estudio Da Vinci
(Las opiniones aquí expresadas no comprometen a la
Escuela de Humanidades, ni a la Facultad de Ciencias Humanas y Educación, ni al
Grupo de Estudio Da Vinci. Son opiniones
responsabilidad exclusiva de quien firma el artículo).
¿Qué tan efectivas son las protestas
estudiantiles? Son muy importantes y bastante efectivas. El maestro Julián de
Zubiría acaba de reconocerlo en un artículo recién publicado en Semana. Son muy
importantes y los estudiantes, la masa en sí, merecen para el maestro y la mayoría
de colombianos nuestro reconocimiento. Les dedica parte de la letra que hizo
famosa Mercedes Sosa: ¡Qué vivan los estudiantes!
Sin embargo, las marchas y protestas
estudiantiles tienen su limite en un nivel de logro. No son un escenario de
partido organizado con una plataforma programática establecida que estudie y proponga
al gobierno políticas educativas públicas con carácter permanente. Aun si lo
fueran, tendrían el sesgo necesario de su matiz ideológico como partido, lo que
le restaría condiciones para ser pensada como una política de Estado, más allá
de sus objetivos de poder que perseguiría como partido, o el interés solapado
en ejercicios de gobierno. Son explosiones justas de inconformidad y protesta.
Una desfinanciación crónica y un índice
acumulado de falta de recursos tiene todo el mérito para una protesta al nivel
de las movilizaciones que se han dado en el país en el último mes. Deberían
nacer en el seno de las organizaciones profesorales o los movimientos
sindicales de maestros incluso, que son el estamento permanente de las
instituciones educativas y quienes afrontan año tras año las políticas
educativas lesivas del Estado en relación a la educación pública. Hace 50 años la
proporción de universidades públicas superaba en mucho a las privadas. Hoy esa
proporción esta totalmente invertida con mayoría de universidades privadas y
funciona para el desangre de la educación pública superior con programas como “Ser
pilo paga”, maquillado recién con el nombre de “Generación E”.
Es preciso reconocer el valor de la estudiante
Jennifer Pedraza frente a la rudeza bruta de un Macías, un presidente del
senado con baja escolaridad y que sin embargo, es cabeza del ente legislativo
en Colombia. Ambos representan poderes desiguales, injustos, pero ese es el
escenario estratégico donde se puede dar la lucha.
¿Dónde y desde cuándo el interés de la
élite mezquina que gobierna este país está a favor de la formación de los
estratos socioeconómicos bajos? ¿Cuándo se les ha visto favorecer la educación pública?
¿La protesta indefinida, radicalizada, puede dar frutos en nuestro país como
los ha dado en Chile, donde se han obtenido logros significativos como la
gratuidad en educación con calidad en todos los niveles?
Desafortunadamente, no son los mismos países,
ni la misma clase dirigente ni la misma cultura en las organizaciones de base
para presionar y negociar con el gobierno sus justas reclamaciones. El
escenario oportuno de una negociación con las Farc y los acuerdos de paz en el
gobierno anterior por dos periodos del presidente Santos que luchó denodadamente
por ingresar a la OCDE, pudieron hacer más viable las peticiones que se hacen
ahora, frente a un gobierno de extrema derecha, elegido por 10.400.000
colombianos, reactivos al odio y miedo de las Farc.
¿Les preocupa las afectaciones de la
calidad, la pérdida de un semestre para los estudiantes de las universidades
públicas -algo que empalma con sus intenciones en detrimento de la educación
superior de los más pobres-?.
La promesa que hizo el gobierno con los
rectores de las universidades públicas de un aumento de mas 3 puntos y el IPC
en el 2019, y de más 4 puntos y el IPC durante los siguientes tres años no se
le puede restar el mérito. Ni siquiera el gobierno de Santos, que desfinanció
la educación pública superior del país y mandó al cuarto de los chécheres a
Colciencias, firmó una promesa de esas. Que se negó el acceso a los lideres
estudiantiles y no se tuvieron en cuenta sus todas peticiones es cierto, pero
el acuerdo representa por primera vez un destrabe de una desfinanciación que
estaba atascada hace varios gobiernos.
El cierre de universidades, la toma de
las instalaciones públicas por parte de estudiantes negando el ingreso a
profesores, administrativos y directivos de las universidades es otro sinsentido.
Quiebra la solidaridad y el apoyo necesario de docentes y administrativos al
movimiento estudiantil y es factor activador de la deserción estudiantil.
Varios de ellos, estudiantes, que se desentienden de las luchas de los mismos
estudiantes.
La propuestas de asambleas escalonadas,
la urgente necesidad de salvar el semestre y atender otros asuntos apremiantes
de las universidades en materia de investigación, proyección y el cumplimiento
de obligaciones con terceros lesiona aún mas las mismas instituciones de educación
superior, victimizadas por los mismos que pregonan su defensa.
Derrida suponía que es precisamente en
las universidades donde no deben existir temas vedados. Y vale la pena suponer
y pensar sobre las limitaciones de las movilizaciones estudiantiles ante el gobierno. El tema de la desfinanciación de la educación superior
pública en Colombia fue ampliamente ventilado, el congreso se comprometió a
revisar la Ley 30 de educación superior y el estudiantado logró el
reconocimiento y respeto del pueblo colombiano.
Son logros que no pueden perderse en
post de una radicalización que nos embargaría a todos de amargura y
frustración, mientras la misma clase dirigente que nos ha puesto en esta situación,
estarían gratificados y satisfechos con un conflicto desgastante para ellos
pero alineados con sus objetivos de negar educación pública de calidad para los
sectores populares del país. No podemos y ni debemos quedar atrapados como ratas
en un laberinto donde el recrudecimiento de una lucha nos lleve uno a otros a
estrellarnos con paredes con hocicos
ensangrentados.
Es mi opinión. Y puedo estar
equivocado. Pero también la de quienes se empecinan y radicalizan, más allá de
una justa lectura del entorno donde se da el enfrentamiento.
He padecido por unos 27 años paros en
universidades. A razón de 2 o 3 paros por año.
Y padecí un cierre indefinido hasta por un año. Como también he visto la afectación a
la calidad de la educación superior, estudiantes que se van desmoralizados, la
pérdida de fe en la educación pública de las familias. No he visto en cambio ningún
gobierno colombiano avergonzado ante la comunidad internacional por tal hecho. Es
otra forma de cumplir los objetivos de una agenda oculta que funciona.
Los logros de los movimientos
estudiantiles no son imposibles pero tiene limitaciones. La existencia de
grupos de estudio languidecen a veces por falta de presencia estudiantil. En un
futuro, si sus proyecciones profesionales y académicas se cumplen, es de
esperarse que nutran con masa crítica los movimientos de base, en lugar de
asumir roles de la política tradicional. Que ejemplos hay varios. Muchas de las
peticiones de los estudiantes pueden ser logradas; pero hay que escoger una
estrategia inteligente donde sea necesario a veces, ceder y otras, radicalizar
las posiciones.
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