martes, 28 de noviembre de 2017

COMUNICACIÓN Y CULTURA A TRAVES DE LAS REDES SOCIALES

Por: Otto Gerardo Salazar
1 Licenciado en Filología e Idiomas. Mg. Educación.Grupo de Investigación: Educación, sociedad y región, Da Vinci. Escuela de Humanidades. Facultad de Ciencias Humanas y de Educación. Universidad de los Llanos, Villavicencio, Colombia.
E-mail: ottogerardo@gmail.com

(Fragmento)

Resumen
Este ensayo reflexiona sobre las posibilidades de investigación en Comunicación y Cultura en el ámbito de Latinoamérica. Lo hace a partir de las definiciones claves de Jesús Martín Barbero, Maria Innacolata Vasallo, Raúl Fuentes Navarro y Luis Ricardo Sandoval, entre otros. Parte del reconocimiento de la nueva realidad tecnológica configurada por los medios digitales, la centralidad de uno de ellos, y las implicaciones en relación a los nuevos lenguajes que generan los nuevos dispositivos digitales y la forma de acceder y usar el conocimiento.
Palabras clave: “Comunidades virtuales”, “objeto superlativo”, “convergencia digital”, “hipertextualidad”
Abstrac
This essay reflects on the possibilities of research in Communication and Culture in the field of Latin America. It does so from the key definitions of Jesus Martín Barbero, Maria Innacolata Vasallo, Raúl Fuentes Navarro and Luis Ricardo Sandoval, among others. Part of the recognition of the new technological reality configured by digital media, the centrality of one of them, and the implications in relation to the new languages generated by the new digital devices and the way to access and use knowledge.

Introducción: la Comunicación desde la redes sociales
Latinoamérica y el Caribe cuentan en la actualidad con unos 333 millones de usuarios de internet dentro de una población que se calcula en 618 millones. En términos de acceso y uso al internet, es una cifra superior a la de los Estados Unidos, que cuenta con un 313 millones de usuarios. Según la Cepal, el 43.4% del total de los hogares estaban conectados a Internet en 2015, casi duplicado el valor de 2010, indica el informe Estado de la banda ancha 2016 que se presentó en la segunda reunión de la Conferencia de Ciencia, Innovación y TIC celebrada en Costa Rica. Según el informe, “el acceso a conexiones de banda ancha aumentó fuertemente en el período analizado, particularmente en la modalidad móvil, que pasó del 7% al 58% de la población entre 2010 y 2015.

Ahora, de esos 333 millones de usuarios de Internet, unos 200 millones lo usan  para entrar en redes sociales como: Facebook -91.000 millones de usuarios, siendo la mayor red social mundial-, Windows Live Profile, Orkut, Twitter, Badoo, Slideshare, Sonico, LinkedIn, MySpace, Fotolog, se reparten el resto, según comscore.com. Ingresan a estas redes de manera diaria, varias veces al día. Se calcula que entre una 30 a cincuenta veces por día, en interacciones permanentes de visualización de perfiles de amigos o potenciales amigos y el propio perfil, donde se califican y comentan imágenes, videos, fotos subidas; se dejan fragmentos de conversaciones, noticias, gifs, en un hipertexto abigarrado, múltiple de infinitas conexiones de interacción. Son base de archivo personal, un poco de biografía y constructoras de identidades de los sujetos jóvenes.

Constituyen las que son denominadas “comunidades virtuales” y son los espacios de comunicación y socialización de manera central en las sociedades actuales. Como especies de agujeros negros, han terminado por asimilar en ellas, a los medios tradicionales de información como la televisión, la radio, la prensa escrita. Son los más grandes mercados de consumo de información en los que están interesados las grandes empresas y son un factor económico dinamizador y central en el mundo actual. Para muchas personas, jóvenes y adultas, ahora es inconcebible un mundo sin las redes sociales. Son punto de información, interacciones y construcción de identidad. El hecho de que alguna de estas redes quede fuera de servicio temporalmente, colapsa la interacción de millones de usuarios en relaciones de tipo social y comercial.

Lo anterior viene a resaltar la afirmación de Maria Immacolata Vasallo, sobre la “centralidad de la comunicación en el propio modo organizativo de la sociedad contemporánea” y en los términos de Jesús Martín Barbero, sobre lo determinante en la configuración de “un nuevo espacio público y de ciudadanía”.
Si habremos de atenernos, en los términos de Martín Barbero, a la premisa necesaria para estudiar la comunicación desde “los modos populares de relacionarse y las maneras que la gente tiene de estar juntos y sentirse juntos”; las redes sociales se revelan entonces como el campo básico para la investigación en comunicación y  cultura. Lejos del modelo informacional que despacha Stuart Hall, o del enfoque superado de los estudios de recepción que estudiaba los efectos de los medios masivos de comunicación que critica el mismo Martin Barbero, tenemos ahora un gran espacio de investigación de la comunicación y la cultura; “embrionario de una nueva ciudadanía y como espacio público”, pero ineludible en sus cifras abrumadoras, en las modificaciones radicales de ser y relacionarse para los sujetos contemporáneos, y en el uso y  la presencia cotidiana en la vida de la población latinoamericana del caribe.

El objeto superlativo
El gran crecimiento y acceso a las redes sociales no se explican solo por la disponibilidad de internet. Ni siquiera por la dotación de (Pc)s en hogares, instituciones educativas o sitios de trabajo. Si a principios de siglo XX, la radio fue el objeto central en la información que se instaló en las salas y dormitorios de los hogares, en torno al cual se sentaba la familia a recibir noticias, disfrutar de la música transmitida en vivo, o gozar de espectáculos en directo, con el desarrollo y consolidación de la tecnología de la televisión –que incorporaba imagen y sonido a la vez- esta centralidad se desplazó a las pantallas de los televisores, con índices de penetración e influencia en las audiencias en términos comerciales y políticos.
Los medios audiovisuales masivos no solo eran capaces de transmitir e informar sobre la realidad, sino de construirla, al establecer las agendas informativas. Los hechos eran tal si eran o no registrados por los grandes medios de información y los grupos de poder económico y político, con los que siempre están articulados, tuvieron el poder para influir en grandes audiencias. Adelantaron el valor de la imagen, de lo visual, por encima de los medios escritos de la gran presa que resintieron el primer embate de un medio que se volvió central en el consumo simbólico de las familias. Surgieron en los 60 en América Latina como instalación y monopolio de los convulsivos y tambaleantes Estados para pasar en los  80 a manos de particulares, perdiendo la garantía y el servicio de ser medios de comunicación comunitarios, con prevalencia de intereses comerciales y políticos de quienes tenían los medios para detentarlos. Conglomerados como: Televisa en México; O Globo en Brasil; El Clarín, en Argentina; El Tiempo, en Colombia, entre otros.
Esa centralidad, con convergencia digital, recién el siglo XXI recayó en la telefonía móvil. En términos de Luis Ricardo Sandoval, “…la telefonía móvil ha adquirido un estatus de particular centralidad en la construcción identitaria de los sujetos (…) el teléfono móvil puede considerarse hoy el objeto superlativo de nuestra época, aquel en el que se condensan simbólicamente las aspiraciones, valores y sueños de una sociedad”.

De objetos tecnológicos sociales y compartidos como la radio y la televisión, los teléfonos móviles o celulares, pasaron a los sujetos en particular, a sus manos, personalizando su consumo informativo inmediato, que dejó de ser local y regional, para volverse global, permitiendo la interacción instantánea  en potencia con sujetos de otras latitudes del mundo. También, la dimensión “comunicativa”, tuvo real emplazamiento en las redes sociales mediante la telefonía móvil e implementó de manera efectiva el internet 0.2 que superaban la circulación unidireccional de los medios masivos tradicionales donde el sujeto era casi receptor exclusivo de la información filtrada y limitad de los medios masivos de comunicación.
El teléfono móvil, se convirtió así en “santo y seña” para las nuevas generaciones, que por su portabilidad, comercialización y una amplia oferta de diseños y precios, les permitió a los jóvenes integrarse en un nuevo tipo de sociedad más amplia, más plural y que básicamente permitía la interacción que con los medios que no tuvieron las generaciones pasadas. Y no sólo esto, les permitió a cada uno de ellos, ser constructores de sus relatos, dar versiones alternativas y recusar el poder exclusivo de los medios masivos de información por una construcción colectiva basada efectivamente en la comunicación.
Sus formas de consumo, a través de múltiples aplicaciones, marcan las pautas de viajar, hospedarse, adquirir ropa, calzado y alimentación, o acceder a esparcimiento por medio de la telefonía móvil. Las formas de trabajar incluso, están hoy en día mediadas por la telefonía móvil. De acuerdo a un informe de Cisco, “uno de los principales fabricantes de equipos de redes, se proyecta que durante los próximos cinco años existirán alrededor de 5.500 millones de usuarios de móviles, lo que representa el 70 % de la población mundial para el 2020”.

De manera importante, no solo por objeto fetiche en el que se convirtió el teléfono móvil, sino por su particular disponibilidad y portabilidad en cualquier momento del día, a través de las “selfies” son un factor de consumo, negocios, construcción de identidad y socialización. El mismo informe Cisco sostiene que “el video móvil tendrá un índice más alto de crecimiento que cualquier otra aplicación. La demanda de consumo y negocios por videos de alta resolución, más ancho de banda y procesadores rápidos incrementará el uso de dispositivos 4G. La red 4G representará más del 70 por ciento de todo el tráfico móvil, y las conexiones 4G generarán cerca de seis veces más tráfico por mes que las conexiones no 4G en el 2020. Es decir, en apenas tres años en Latinoamérica el tráfico de datos móviles crecerá 8 veces. Lo cual hará prevalecer lo audiovisual como medio de comunicación, por encima de la imagen misma.

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