Por:
Otto Gerardo Salazar Pérez*
La enseñanza de la
lectura y la escritura es un campo privilegiado para la interdisciplinariedad.
Es decir, la posibilidad de juntar dos o más campos de saber, la mixtura fértil
para poder abordar situaciones o problemas desde diferentes entradas. Enseñar a
leer propiamente, no excluye la disciplina que se estudie y se puede obtener
doble ganancia al leer por ejemplo sobre “historia” para considerar el estilo
de un autor, el manejo de la unidades de redacción, la coherencia y cohesión de
un texto y otros valores propios de lenguaje puestos en juego en la escritura y que son recreados en la lectura. Igual
serviría un texto sobre ciencia, arte o economía.
Desde el punto de vista
ideológico que proyecta un texto, sea sobre la disciplina que sea, se pueden
considerar los principios y valores que de manera indirecta o subrepticia
desliza un autor. Lectura inferencial,
que llaman. Supremamente útil para poner en juego y en deliberación la
moralidad que discurren en nuestra
sociedad.
Hace poco tuve la ocurrencia de llevar un texto de un premio nobel de Economía, “Desarrollo y Libertad”, de Amartya Sen, a un grupo de estudiantes de una disciplina que no tenía nada que ver con la economía. Más concretamente, pertenecientes al ámbito de la salud. Supongamos medicina.
Quería plantear en
principio un ejercicio de lectura en voz alta, para mejorar modulación y
expresión oral, y revisar uno que otro aspecto de léxico. Escogí el texto
porque me pareció provocador e incitador de una enriquecedora discusión. Sobre
todo en un grupo de estudiantes que me parecían poco sensibilizados con
problemas sociales como la pobreza y la falta de oportunidades que padecen algunas poblaciones. Los había
escuchado decir en más de una ocasión que la pobreza era producto de la
ociosidad y falta de iniciativa de la misma gente pobre, y no un asunto de
oportunidades y equidad.
El texto decía lo
siguiente, lo transcribo textualmente:
CAPITULO
3
La libertad y los fundamentos de la justicia
Permítasenos comenzar
con una parábola. Annapurna quiere que le limpien el jardín, que ha estado
descuidado, y tres trabajadoras parecidas –Dinu, Bishanno y Rogini- desean
fervientemente hacer el trabajo. Annapurna puede contratar a cualquiera de
ellas, pero el trabajo es indivisible y no puede repartirlo entre las tres. A
Annapurna cualquiera de ellas le haría más o menos el mismo trabajo a cambio de
una retribución más o menos parecida, pero como es una persona reflexiva, se
pregunta a quién debería darle el trabajo.
Se entera de que, aunque
las tres son pobres, Dinu es la más pobre de las tres; todo el mundo está de
acuerdo. Esto lleva a Annapurna a mostrarse bastante inclinada a contratarla (“¿Qué
puede haber más importante –se pregunta- que ayudar a las más pobre?”).
Sin embargo, también se
entera que Bishano se ha empobrecido recientemente y está muy deprimida por su
situación. Dinu y Rogini, en cambio, tienen experiencia en ser pobres y ya
están acostumbradas. Todo el mundo está de acuerdo en que Bishano es quien está
más triste de las tres y en que, desde luego, se pondría más contenta que las
otras dos. Este planteamiento lleva a Annapurna a mostrarse bastante favorable
a la idea de dar el trabajo a Bishano (“No cabe duda –se dice- de que la
primera prioridad debe ser que deje de estar triste”).
Pero Annapurna también
le dicen que Rogini padece una enfermedad crónica –que lleva estoicamente- y
podría utilizar el dinero que ganara para librarse de ese terrible mal. No se
niega que Rogini es menos pobre que las otras (aunque, desde luego, es pobre) y
que no es la más desgraciada, ya que lleva sus privaciones con bastante ánimo,
acostumbrada, como está, a sufrir privaciones toda su vida (procede de una
familia pobre y ha aprendido a asumir la creencia general de que, como mujer
joven que es, no debe ni quejarse ni tener muchas aspiraciones). Annapurna se
pregunta si, no obstante, lo correcto no sería dar el trabajo a Rogini (“Influiría
muchísimo –razona- en la calidad de vida y en la libertad de padecer la
enfermedad”).
Annapurna se pregunta
qué debe hacer. Reconoce que si sólo supiera que Dinu es la más pobre (y no
supiera nada más), optaría por darle el trabajo a ella. También piensa que si
solo supiera que Bishano es la que está más triste y la que se pondría más
contenta si tuviera la oportunidad de trabajar (y no supiera nada más), tendría
excelentes razones para contratar a Bishano. Y también observa que si sólo
supiera que la enfermedad degenerativa de Rogini pudiera curarse con el dinero
que ganara (y no supiera nada más), tendría una sencilla y clara razón para
darle el trabajo a ella. Pero conoce los tres hechos relevantes y tiene que
elegir entre los tres argumentos, cada uno de los cuales tiene una cierta
pertinencia.
Hasta aquí iba el texto.
La pregunta ahora para los estudiantes era, ¿qué harían ellos en la posición de
Annapurna? ¿A quién de las tres mujeres contratarían? Se abrió la discusión. En
el fondo, la pregunta indagaba sobre las preferencias o la sensibilización en
torno a tres aspectos planteados por la parábola: los recursos económicos,
empatía emocional con el otro, y la salud, que representaban las tres mujeres.
Un aspecto que no apreciaban a primera vista.
Hubo varias respuesta,
más o menos argumentadas, pero muy pocas inclinadas al aspecto de la salud que
representaba Rogini. Había una moderada solidaridad con la mujer más pobre y
poca simpatía por la depresión de Bishano.
La tapa vino con la exposición
de un alumno que pidió la palabra. Afirmó sin dudarlo que le daría el trabajo a
Dinu, la más pobre. Le pregunté la razón y afirmó más o menos lo que
transcribo:
“Siendo la más pobre,
estaba en menor condición de negociar el precio, por una parte. De otra, sería
más dependiente del trabajo y podría ser de nuevo contratada a bajo costo,
tolerando además, por la misma suma, algunos trabajos extras. Era la mejor
elección”.
Tuve la extraña
sensación de que no hablaba por sí mismo, sino que repetía un argumento práctico
del medio familiar o social del cual provenía. Lo que se me vino en mente fue
el neoliberalismo que campea en
nuestra sociedad y es factor prioritario de nuestros valores y principios.
Cuándo hice una nueva pregunta sobre por qué tan pocos se habían inclinado al
factor de la salud representado en Rogini siendo la disciplina propia nadie
supo o quiso decir algo. Pero algo intuyo de ello. Lo cual bien da para una
nueva entrada.
* Mg. En Educación, Universidad
de Caldas. Lic. Filología e Idiomas,
U.N. Docente Facultad Ciencias Humanas y de la Educación. Universidad de los
Llanos. Grupo de Investigación sobre Educación, Sociedad y Región, Da Vinci
Integrante Red de Lectura y Escritura en
Educación Superior
–REDLES- Nodo Centro
Fuentes
de Información
Sen, Amartya. 1999. Desarrollo y Libertad. Editorial Planeta.
Barcelona, España.
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