Hay muchos regímenes de
comunicación: están los regímenes abiertos y democráticos, donde todos
comunican en relación horizontal; están los burocráticos, de directiva oficial
donde predomina lo informativo basado en reglamentos y normas –datos en una
sola dirección- en manos del poder administrativo que normalmente no maneja lo
comunicacional-; está el régimen directivo, el consensuado, el censurado, el
silenciado, los ciegos, los sordos y los mudos. Dependiendo del régimen será la
calidad de la institución y serán facilitados los propósitos de formar
individuos integralmente ciudadanos,
profesionales y científicos con sensibilidad y aprecio por el patrimonio
histórico, social, cultural y ecológico de la humanidad–: fíjense que no
dice “integrales”, sino “integralmente”, el acento está en el modo, no en el sujeto formado aunque este bien puede ser el resultado un proceso
integral. Implicará en los formadores tal vez estrategias, modos integrales que
conjuguen los varios elementos constitutivos del sujeto: cognitivos, afectivos,
pragmáticos, volitivos, etc.
Igual, en su orden lo
que aparece es la condición política del individuo cifrado en la categoría de “ciudadanos” con lo cual toma preponderancia
lo relacional y dentro de ello lo comunicativo.
Y formar gente y
sujetos activos y responsables de su comunidad que se sientan “ciudadanos”
dependerá del régimen de comunicación imperante. Pero la experiencia enseña,
especialmente en los últimos años, que las instituciones educativas lo que
menos forman es ciudadanos. Formamos “profesionales”, gente para el desempeño y
la función económica; a veces hasta logramos imprimirle a algunos pocos la
dimensión científica, pero ciudadanos, “nanay”. Pavimentamos las avenidas así
al anarquismo, al activismo irreflexivo, dogmático y trasnochado de las
izquierdas decimonónicas.
El resto de los jóvenes
ven en la práctica una contradicción del discurso que pregonan las mismas
instituciones. Comunicación centralizada y monopolizada en el vértice de la
pirámide directiva. Suelen graduarse como profesionales y desempeñan roles de
abstencionismo y apatía en lo social y político. Tienen por qué, al captar el
doble mensaje de quien los forma. Se profesa pero no se aplica, no solo en el
espacio “patio abierto” de la institución sino en la misma “aula-celda”,
espacio interior de formación.
Por muchas razones, en
una universidad contemporánea, debe prevalecer la dimensión comunicacional.
Fundamentados en la epistemología, el saber ha devenido en el objeto con el
positivismo, después en el sujeto a través de la comprensión y el
constructivismo para aterrizar en la teoría
de la acción comunicativa donde lo que se estila es la negociación de sentido,
el acuerdo, el diálogo en la construcción de saber.
Por eso es que la
Universidad de los Llanos deben hacer explícito su régimen comunicacional:
quiénes, cómo, dónde, a través de qué medios, qué garantía tendrán garantizadas
todos los miembros de la comunidad educativa y de qué forma accederán a los canales informativos y comunicativos.
Y este régimen para que
tenga plena validez y vigencia deberá expresarse en la estructura
administrativa que defina un nuevo estatuto para la Universidad de los Llanos, amén
de la profundización del humanismo a través de establecimiento de programas fuertes
en esta área de formación: lingüística,
filosofía, sociología, derecho, etc., al modo que lo recomienda Derrida. Si
no, no tendremos “Universidad” y gozaremos Ab
Eternum del airecillo de institución tecnológica de la cual aún goza la
Unillanos. Con todo y doctorado.
¿Qué elementos deberá
considerar ese régimen comunicacional?
Hace unos años estuvo
en Unillanos el profesor Jorge Ossa, de la Universidad de Antioquia; su visita
fue coordinada por la Oficina de Acreditación para predicar de comunicación. En
los materiales que entregó, sin fuente, expresaba que: “La vida democrática en
la escuela pasa por el asentimiento de sus miembros a principios constitutivos
de reconocimiento intersubjetivo, de convivencia, participación en igualdad de
condiciones, respeto, fraternidad, solidaridad, libertad de pensamiento y
expresión discursiva autónoma de los sujetos con el fin de darle sentido a una
comunidad de diálogo”.
“Vida democrática” es
una condición de ciudadanía. Igual, es la base para construir saber a través de
libre examen y expresión de la ideas. En términos de Grice, además, esta
comunicación deberá bajo el dominio del principio de la “cooperación
comunicativa”, bajo la égida de cuadro máximas: 1. Una contribución informativa
y necesaria. 2. La veracidad de su contenido. 3. La pertinencia de su
contribución y 4. La claridad y coherencia con que se expresen los enunciados.
Lo demás debe ser desechado como propaganda o proselitismo. Halliday resalta,
de manera conveniente en una institución educativa, que esta comunicación
potencia el desarrollo, el pensamiento y el lenguaje en el sujeto. Creación de
“masa crítica” como diría Alberto Baquero.
En términos de Lipman:
en una comunidad de aprendizaje comunicativo “las personas cuando se ponen a
dialogar están obligadas a reflexionar, a concentrarse, a tener en cuenta
alternativas, a escuchar con esmero, a
prestar cuidadosa atención a las definiciones y significados, a reconocer
opciones en las que antes no se había pensado, y, en general, a realizar un
amplio número de actividades mentales en las que no se hubieran metido si nunca
hubiera habido conversación”.
Pero hay que garantizar
por lo menos cuatro disponibilidades: la disponibilidad de medios (revistas de
estudiantes, de programas, acceso a producción y edición de radio y televisión
a grupos organizados, etc.); disponibilidad para la interacción social y
comunicativa (deseo de socializar algo); disponibilidad para ordenar
sistemáticamente la experiencia (dominar el código y proceder con método) y
disponibilidad para realizar operaciones abstractas; (discriminar, aplicar la
lógica, inferir, etc.)