Por: Otto Gerardo Salazar Pérez
Grupo de Investigación sobre Educación, Sociedad y Región, Da Vinci
Los tres propósitos que persigue
la Universidad de los Llanos se vinculan con la creación de un programa de
Idiomas, según lo define su Plan Estratégico Institucional y PEI: 1.
Convertirse en una universidad investigativa. 2. Internacionalizarse. 3.
Procura la excelencia académica. Las tres cosas, desde los orígenes de la
universidad en el medioevo, son lo que caracterizan las verdaderas
universidades, las genuinas instituciones de educación superior. Una y otra,
harían posible acceder a las modernas sociedades del conocimiento y cumplir el
pregón de ser la mejor opción educativa
o el proyecto estratégico más importante de la región.
La primera, modificaría el rol
hasta ahora jugado como universidad profesionalizante con énfasis de la
docencia; de transferir conocimiento, formar profesionales capacitados para las
demandas productivas y de desarrollo de la región. Con escasas excepciones en
lo investigativo, hasta ahora, ese ha sido su oficio.
No obstante estos pilares
fundamentales para consolidar y robustecer Unillanos y promover el desarrollo
de la región, la universidad deberá desempeñar un papel más determinante para
la inteligencia y el pensamiento regional, que es débil, aislado y sin
tradición ni escenario agrupador que permita su simiente y desarrollo. El Meta
y los Llanos Orientales, son virtualmente “mudos” frente al debate nacional en
lo económico, lo social, lo político y ambiental. Más que otras regiones,
caemos por gravedad en las órbitas del poder central sin discurso y
contrapropuestas desde la región como lo hacen el Valle, Antioquía y la Costa
Atlántica.
No existen discursos sólidos
desde la Universidad de los Llanos que alimenten los cuadros directivos
empresariales, gremiales y políticos. La gran escuela en ciencias económicas y
jurídicas está fuera de nuestro contexto y son nutridas por visiones ajenas a
nuestra realidad e intereses.
La carencia de un programa de
Idiomas lleva aparejada la pobreza y el escaso desarrollo de las humanidades en
Unillanos. De su mano, de ese cause central, podrían desprenderse y desarrollar
nuevos programas como sociología y derecho. No solo con fines de
profesionalización y para cumplir con un mercado, sino en virtud de desarrollar
su capacidad con sólidos centros pensamiento regional. La pobreza de las
humanidades en las universidades tiende a desestimular el pensamiento en
general y el pensamiento crítico en particular.
No se descarta en ello la
presión de los grupos de poder por desestimular el pensamiento divergente y
visiones críticas para favorecer una universidad rendida a los propósitos de
preparar mano de obra calificada para el sector productivo y comercial en
general. Sectores aliados a los gobiernos nacionales que desde su intereses,
asume como inconveniente el debate sobre modelos económicos alternativos y el
impacto ambiental de sectores como la minería y los hidrocarburos. Tampoco
están los discursos sólidos y controversiales cargados de evidencias para
replantear las políticas de fumigación para combatir cultivos ilegales, la
tenencia de la tierra y propuestas de solución del conflicto armado colombiano
que se desarrolla de manera preferencial en nuestro territorio.
Una carrera de Idiomas, igual,
facilitaría fundamentar un mejor aprendizaje del mismo castellano para los
estudiantes de Unillanos y estimularía mejores procesos comunicativos en la
universidad. Es bajo la disciplina de estudio de un lenguaje natural diferente
al propio que se consolida y clarifica el conocimiento de la propia lengua. Once
años de formación básica y media, sin efecto de contrastación con otro idioma,
hace que el aprendizaje del castellano para nuestros estudiantes sea un
ejercicio vano y sin sentido. Las categorías y funciones del lenguaje suelen
pasar desapercibidas para nuestros estudiantes cuando no se abocan en el
conocimiento de una nueva lengua.
Lo cual redundaría en mejores
procesos de lectura y escritura con beneficios en la comprensión de textos para
asumir lecturas crítica y escrituras creativas y críticas a través de géneros
argumentativos y expositivos como el ensayo, monografías, artículos científicos,
etc.
Con un énfasis investigativo y de
prácticas adecuado a nuestra realidad, una carrera de idiomas sería el espacio
adecuado de formación para el conocimiento y el estudio de las lenguas aborígenes
de la Orinoquia colombiana. Universidades como la Nacional y los Andes, y aún
varias internacionales, nos llevan años en ello y saben más de nuestra riqueza
lingüística.
Consolidar los procesos de
internacionalización en Unillanos está en íntima relación con la presencia
activa de un programa de Idiomas. Además de cursos esporádicos de inglés, solo la
dinámica cotidiana de los idiomas en la Universidad de los Llanos, facilitaría
las oportunidades de intercambio académico de docentes y estudiantes con otras
universidades y otorgaría términos de igualdad para nuestros estudiantes que
compiten por becas internacionales.
Una carrera de Idiomas en
Unillanos coadyuva y fortalece los procesos de investigación. El saber fresco
en investigación, vigente y de últimas tendencias está escrito de manera mayoritaria
en inglés, que por liderazgo económico y político es la lengua de la ciencia
contemporánea. Las bases de datos que contrata anualmente Unillanos, en los
procesos de búsqueda reportan más y mejores hallazgos en inglés.
Aspirar de algún modo a ser parte
de la comunidad internacional del conocimiento -lo que llaman sociedades del
conocimiento-, que es valor estratégico fundamental de desarrollo y
competitividad se vincula al dominio de los idiomas.
Frente al proceso de
globalización económica y la inserción en las dinámicas comerciales
internacionales, con TLC firmado por Colombia y en fase de implementación, lo
menos que debería tener Unillanos para la región y todos sus profesionales es
una excelente escuela de idiomas cifrado en las calidades de un programa.
Es decir que una carrera de
Idiomas en Unillanos reporta amplios beneficios: encausa la universidad hacia
sus propósitos fundamentales, rescata la esencia fundamental de la universidad
y sería matriz de nuevos programas en humanidades; facilita los procesos de
aprendizaje de nuestra lengua nativa, el castellano, y consolida los procesos
de internacionalización e investigativos de la universidad. Están además los
amplios beneficios que reportaría a la región y el impacto positivo para dar
elementos de articulación con el resto del mundo a todos los sectores
productivos del Meta y la Orinoquía.
No partiríamos de cero a partir
del Instituto de Idiomas. El mal llamado Instituto de Idiomas, porque lo que
viene a ser es un Centro de Idiomas. Pero no obstante, puede ser el insumo
básico para la creación del nuevo programa.
¿Si no se hace?
La Universidad perdería la
oportunidad de ser una institución líder en la región en formación superior y
se alejaría de los propósitos que jura y promete en su misión y visión en
conceptos como: formar ciudadanos “científicos”, con aprecio por “el patrimonio
histórico, social, cultural y ecológico de la humanidad”, “con una visión
universal” que “propende ser la mejor opción de educación superior en su área
de influencia” y en “busca de la excelencia académica”.
Adhiriendo a Derrida, no hay universidad sin humanidades y el
estudio del lenguaje es el comienzo. Su noción es tan fuerte e íntima que se
funde a la cultura y define la identidad de las naciones en su espíritu materno
y la capacidad pensar del ser humano. El lenguaje es la base de todos los
saberes y esto bastaría para que uno de los primeros propósitos de toda
Universidad, sea generar el espacio para su estudio.