viernes, 9 de noviembre de 2012

Universidad y Humanidades














La Borrasca - Guayasamín

Por: Otto Gerardo Salazar Pérez
        Grupo de Estudio Da Vinci
       Grupo de Investigación sobre Educación, Sociedad y Región, Da Vinci

Desde el punto de vista de Derrida (1998) no puede existir Universidad sin “humanidades”.  Al menos, sin una fuerte presencia de ellas. Derrida se refiere  por “humanidades” a los campos de estudio como el derecho, la literatura, la filosofía, la lingüística, la antropología, etc. E incluye en ellas las de hoy, las humanidades del mañana o por venir y las viejas humanidades  –“no se trata ya solo del concepto conservador y humanista al que se suele a menudo asociar a las Humanidades y sus antiguos cánones”-.

Su visión es afirmativa y provocadora a partir de lo que es visible en la universidad moderna en sus lógicas investigativas patrocinadas por intereses mediáticos, comerciales e industriales. “Dentro de esta lógica, como sabemos, las Humanidades son con frecuencia los rehenes de los departamentos de ciencia pura o aplicada que concentran las inversiones supuestamente rentables de capitales ajenos al mundo académico”.

Pese a que la Universidad de los Llanos nació con dos programas dentro del campo de las humanidades, las licenciaturas en Matemáticas y Física, Ciencias Agropecuarias, su consolidación y crecimiento de esta área ha sido mínimo, pobre y lastrado. Para el presente, su incremento ha sido escasamente numérico -dos licenciaturas más- y no cualitativo, que podría aportar un programa de humanidades fuerte, como derecho, lingüística o filosofía.
¿Por qué se asocian de manera tan esencial las humanidades al concepto de Universidad  para Derrida?

Desde su punto de vista, las humanidades son las que pueden liderar las definiciones fundamentales de hombre y sociedad y encabezar la  discusión incondicional a la que esta llamada la universidad para asumir su compromiso con la verdad. No con el poder ni otros intereses que se ciernen sobre ella, como los ideológicos, económicos o políticos. Es a partir de esta postura que la universidad debe convertirse en último baluarte  de resistencia crítica, a asumir la posibilidad de discutirlo todo, al libre examen. “La universidad debería, por tanto –agrega-, ser también el lugar en el que nada está resguardado de ser cuestionado”.

Sin embargo, se vislumbran amenazas que tienden a desintegrarla y someterla. “La universidad también es una ciudadela expuesta”. Por debilidad de ella misma al no erigir discursos suficientemente sólidos, no sólo constatativos sino performativos, que tengan la capacidad de promover y generar hechos y eventos en la sociedad y el medio que la circunda. Universidades aisladas, silenciosas, retraídas como suele suceder, dedicadas a la promoción exclusiva de profesionales y ausencia de modelos investigativos fuertes en su definición y función.

Desde hace varios años, a raíz de la ausencia de amplios espacios de diálogo en la universidad: cafeterías, auditorios, salas de reunión profesoral y estudiantil, sumada a la irrupción de las nuevas tecnologías y la virtualización, el campus universitario y la comunidad académica tiende a la disgregación y solipsismo.

A manera de propuesta de estudio, Derrida hace siete propuestas de lo que serían las nuevas humanidades que trascribo de manera resumida:

  1. Estas nuevas Humanidades tratarían de las historia del hombre, de la idea del hombre, de la figura y de lo propio del hombre.
  2. Estas nuevas Humanidades tratarían de la historia de la democracia y de la idea de soberanía.
  3. Estas nuevas Humanidades tratarían de la historia del “profesar”, de la profesión y del profesorado.
  4. Estas nuevas Humanidades tratarían de la historia de la literatura.
  5. Estas nuevas Humanidades tratarían de la historia de la profesión, de la profesión de fe, de la profesionalización y del profesorado.
  6. Estas nuevas Humanidades tratarían de la historia de esa preciada distinción entre actos performativos y actos constatativos.
  7. El séptimo punto revoluciona, conmociona y arruina la autoridad misma que, en la universidad, en las humanidades, se atribuye: a. al saber. b. a la profesión; c. a la puesta en marcha, por lo menos a la puesta en marcha performativa del “como si”.
Derrida J. 1998. La Universidad sin condición. Editorial Trota. Traducción de Cristina de Peretti y Paco Vidarte.

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