La Borrasca - Guayasamín
Por:
Otto Gerardo Salazar Pérez
Grupo
de Estudio Da Vinci
Grupo de Investigación sobre Educación,
Sociedad y Región, Da Vinci
Desde el punto de vista de
Derrida (1998) no puede existir Universidad sin “humanidades”. Al menos, sin una fuerte presencia de ellas.
Derrida se refiere por “humanidades” a los
campos de estudio como el derecho, la literatura, la filosofía, la lingüística,
la antropología, etc. E incluye en ellas las de hoy, las humanidades del mañana
o por venir y las viejas humanidades –“no
se trata ya solo del concepto conservador y humanista al que se suele a menudo
asociar a las Humanidades y sus antiguos cánones”-.
Su visión es afirmativa
y provocadora a partir de lo que es visible en la universidad moderna en sus
lógicas investigativas patrocinadas por intereses mediáticos, comerciales e
industriales. “Dentro de esta lógica, como sabemos, las Humanidades son con
frecuencia los rehenes de los departamentos de ciencia pura o aplicada que
concentran las inversiones supuestamente rentables de capitales ajenos al mundo
académico”.
Pese a que la Universidad
de los Llanos nació con dos programas dentro del campo de las humanidades, las
licenciaturas en Matemáticas y Física, Ciencias Agropecuarias, su consolidación
y crecimiento de esta área ha sido mínimo, pobre y lastrado. Para el presente,
su incremento ha sido escasamente numérico -dos licenciaturas más- y no
cualitativo, que podría aportar un programa de humanidades fuerte, como derecho,
lingüística o filosofía.
¿Por qué se asocian de
manera tan esencial las humanidades al concepto de Universidad para Derrida?
Desde su punto de vista,
las humanidades son las que pueden liderar las definiciones fundamentales de
hombre y sociedad y encabezar la discusión incondicional a la que esta llamada
la universidad para asumir su compromiso con la verdad. No con el poder ni
otros intereses que se ciernen sobre ella, como los ideológicos, económicos o
políticos. Es a partir de esta postura que la universidad debe convertirse en
último baluarte de resistencia crítica,
a asumir la posibilidad de discutirlo todo, al libre examen. “La universidad
debería, por tanto –agrega-, ser también el lugar en el que nada está
resguardado de ser cuestionado”.
Sin embargo, se
vislumbran amenazas que tienden a desintegrarla y someterla. “La universidad
también es una ciudadela expuesta”. Por debilidad de ella misma al no erigir
discursos suficientemente sólidos, no sólo constatativos sino performativos,
que tengan la capacidad de promover y generar hechos y eventos en la sociedad y
el medio que la circunda. Universidades aisladas, silenciosas, retraídas como
suele suceder, dedicadas a la promoción exclusiva de profesionales y ausencia
de modelos investigativos fuertes en su definición y función.
Desde hace varios años,
a raíz de la ausencia de amplios espacios de diálogo en la universidad:
cafeterías, auditorios, salas de reunión profesoral y estudiantil, sumada a la
irrupción de las nuevas tecnologías y la virtualización, el campus
universitario y la comunidad académica tiende a la disgregación y solipsismo.
A manera de propuesta de
estudio, Derrida hace siete propuestas de lo que serían las nuevas humanidades
que trascribo de manera resumida:
- Estas
nuevas Humanidades tratarían de las historia del hombre, de la idea del
hombre, de la figura y de lo propio del hombre.
- Estas
nuevas Humanidades tratarían de la historia de la democracia y de la idea
de soberanía.
- Estas
nuevas Humanidades tratarían de la historia del “profesar”, de la
profesión y del profesorado.
- Estas
nuevas Humanidades tratarían de la historia de la literatura.
- Estas
nuevas Humanidades tratarían de la historia de la profesión, de la
profesión de fe, de la profesionalización y del profesorado.
- Estas
nuevas Humanidades tratarían de la historia de esa preciada distinción
entre actos performativos y actos constatativos.
- El
séptimo punto revoluciona, conmociona y arruina la autoridad misma que, en
la universidad, en las humanidades, se atribuye: a. al saber. b. a la
profesión; c. a la puesta en marcha, por lo menos a la puesta en marcha
performativa del “como si”.
Derrida J. 1998. La
Universidad sin condición. Editorial Trota. Traducción de Cristina de Peretti y
Paco Vidarte.
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